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Artículo Todo es Esencia Pura

Secreto 15 – Última Parte

Finalmente hemos retirado todas las capas de la cebolla. Estamos cara a cara con lo indescriptible, el secreto en el corazón de la vida. Pero las palabras casi han alcanzado su límite.

¿Con qué cuentas cuando estás frente a lo indescriptible? Sólo queda intentar describirlo con palabras inadecuadas. La mente no puede ayudarse. Acostumbrada a poner todo en un pensamiento, no puede comprender algo que está más allá del pensamiento.

Todos dibujamos un mundo de líneas, formas y colores con tinta invisible. Nuestro instrumento no es más que una mota de conciencia, como la punta de un lápiz desplazándose sobre un papel blanco. No obstante, todo surge de ese punto.

¿Hay algo más misterioso y al mismo tiempo más milagroso? Un punto infinitamente más pequeño que la punta de un lápiz traza la forma del universo.

Ese punto está hecho de esencia, o la forma más pura del Ser. La esencia es el misterio supremo porque se las arregla para hacer tres cosas a la vez:

Concibe todo lo que existe.

Hace realidad lo que ha imaginado.

Entra en esa realidad y la mantiene viva.

En este instante tú también estás realizando estas tres actividades. Antes de que algo te suceda, ese algo es concebido en la imaginación, esto es, en el estado donde surgen las imágenes y los deseos. Esas imágenes se despliegan entonces en objetos y sucesos explícitos. Mientras eso ocurre, tú entras en el suceso de manera subjetiva, lo que significa que lo absorbes en tu sistema nervioso. La manera más sencilla de describir este acto tripartito de creación es decir que imaginas un cuadro, luego lo pintas y finalmente entras en él.

Todo lo que se requiere para hallar la esencia de la vida es salir del cuadro y verte a ti mismoNo verás una persona, ni siquiera un alma, sólo una mota de conciencia, el punto que está produciendo los cuadros más adorables, horrorosos, insulsos, sagrados, asombrosos, vulgares y maravillosos. Pero al usar estas palabras he caído en la tentación de intentar describir lo indescriptible. Permíteme desechar todas las imágenes y decir las cosas más simples que son verdaderas: existo, estoy consciente, soy creador. Éstas son las tres características de la esencia que impregnan el universo.

Cuando has retirado todos los aspectos irreales de ti, sólo queda la esencia. Cuando te das cuenta de que esa esencia es el tú real, se abren las puertas doradas. La esencia es preciosa porque es el material del que está hecha el alma. Si pudieras mantenerte en contacto con la esencia y volver al cuadro que has creado, vivirías desde el nivel del alma en todo momento.

Sin embargo, una gran dificultad mantiene cerradas las puertas doradas: no hay nada que no sea esencia. Cuando reduces la realidad única a su esencia, todas las características desaparecen. Ahora, un árbol, un caballo, una nube y un ser humano son lo mismo. Las dimensiones físicas también desaparecen. El tiempo transcurrido entre dos sucesos cualquiera es cero; el espacio entre dos objetos cualquiera es cero.

La luz y la oscuridad dejan de existir. Completamente lleno y totalmente vacío son equivalentes.

En otras palabras, en el preciso instante en el que crees conocer el secreto de todo, tus manos quedan vacías. Es un resultado especialmente perturbador para quienes recorren el sendero espiritual con el fin de encontrar a Dios. A menos que definas a Dios como esencia, él también se esfumará.

Pero en India hay una fuerte tradición que coloca la esencia muy por arriba de los dioses personales. Uno de los más grandes maestros espirituales modernos, Nisargadatta Maharaj, no hizo concesiones a este respecto. Él declaró que era —al igual que todas las demás personas— esencia pura. Como resultado, enfrentó mucha oposición contenciosa.

He aquí una conversación típica de Maharaj con un visitante escéptico:

Pregunta: ¿Dios creó la Tierra para usted?

Respuesta: Dios es mi devoto y él hizo todo esto para mí.

P: ¿No hay un dios aparte de usted?

R: ¿Cómo podría haberlo? «Yo soy» es la raíz. Dios es el árbol. ¿A quién voy a venerar, y para qué?

P: ¿Es usted el devoto o el objeto de la devoción?

R: Ninguno de los dos. Soy la devoción.

Podemos percibir el desconcierto y la frustración en la voz de quien pregunta, ¿y quién podría culparlo? El camino a la unidad es tan diferente del que enseña la religión organizada, que fuerza a la mente. Maharaj solía afirmar que no fuimos creados para Dios; Dios fue creado para nosotros. Con esto quería decir que la esencia, siendo invisible, debía crear una proyección todopoderosa que fuera venerada. En sí misma, la esencia no tiene características; no hay de qué sujetarse.

La esencia realiza un acto de desaparición porque no es algo que podamos sentir o pensar. Pero si estar vivo consiste en sentir y pensar, ¿de qué sirve la esencia? En el nivel más superficial, la esencia es inútil porque las diferencias siguen atrapando nuestra atención.

Supongamos que quieres ser feliz y no infeliz, rico y no pobre, bueno y no malo. Ninguna de estas distinciones resulta relevante para tu esencia. Ella sólo trabaja con tres cosas: existe, crea, se consciente.

Una vida sin diferencias puede parecemos absolutamente inconcebible, pero hay un documento que habla de la esencia en términos prácticos, lo que sugiere que alguien ha descubierto cómo vivir desde este nivel. El documento, conocido como Yoga Vashistha, contiene muchas cosas extrañas. Como sabemos, yoga significa unidad, y Vashistha es el nombre del autor. Así pues, el título significa en sánscrito «la versión de Vashistha sobre la unidad». Nadie ha demostrado que esta persona haya existido —el texto tiene varios siglos de antigüedad—, pero la versión de la unidad propuesta por Vashistha es una obra que destaca por su singularidad. Creo que es el más grande esfuerzo realizado por el sistema nervioso humano para tomar conciencia de la existencia.

Algunas reflexiones características de Vashistha te darán rápidamente una idea de su visión de la vida:

En la conciencia infinita, los universos van y vienen como partículas de polvo flotando en un haz de luz que penetra por un hoyo del techo.

La muerte siempre está al pendiente de tu vida.

Todos los objetos son experimentados en el sujeto y en ningún otro lado. Mundos enteros se alzan y caen como las olas del mar.

La enseñanza de Vashistha tiene la reputación de ser uno de los textos más difíciles y abstractos del canon espiritual y, por tanto, de no ser apropiado para principiantes. Yo lo leo de manera mucho más sencilla, como la voz de la esencia.

Un puñado de frases basta para darnos una idea de sus temas principales. Vashistha considera que el universo es transitorio y fugaz; advierte que la muerte está irrevocablemente unida a la vida; utiliza la conciencia subjetiva como la medida auténtica de lo real, y comparado con ella, el mundo material es como una ráfaga.

Conforme avanza la lectura, estos temas aparecen reelaborados cientos de veces con tal convicción que el lector pronto queda atrapado. Los pasajes suenan oscuros, inconcebibles a veces, pero ése es el meollo: ésta es la vida condensada en ideas tan concentradas como diamantes:

Eso que la mente piensa es lo único que ve.

Lo que la gente llama destino o voluntad divina no es más que un acto del pasado obedeciéndose a sí mismo.

Así como el movimiento es inherente al aire, la manifestación es inherente a la conciencia.

Al estudiar estas palabras es fácil caer en una especie de trance en el que el mundo visible sale volando como una pluma. El efecto no es alentador ni agradable; Vashistha no ofrece consuelo alguno. Nada le interesa fuera de la esencia, por lo que es el maestro supremo en cómo ser reales. Llegar a ser reales es también el objetivo de este libro, así que he tratado de destilar los consejos de Vashistha sobre cómo vivir si en verdad te interesa despertar de la irrealidad. Él describe cuatro condiciones para encontrar la realidad:

Complacencia.

Voluntad de investigar.

Conciencia de uno mismo.

Fortaleza.

Cuatro palabras y frases comunes, un tanto inofensivas. ¿Qué quería decir con ellas este sabio que probablemente conoció la esencia mejor que ninguna otra persona que haya existido?

Complacencia

Es la tranquilidad mental. Una persona que vive en la complacencia es ajena a dudas y miedos. Las dudas nos recuerdan insistentemente que no hay respuesta para el misterio de la vida o que ninguna de ellas es fiable. El temor nos recuerda sin cesar que podemos sufrir algún daño.

Mientras alguna de estas creencias se albergue en tu mente, te resultará imposible encontrar paz en ti. La complacencia debe ganarse en el nivel donde la duda y el temor han sido vencidos.

Voluntad de investigar

Para ser real debes cuestionar lo irreal una y otra vez hasta que desaparezca. Este proceso es similar a pelar una fruta. Si algo que te parecía confiable traiciona tu confianza, debes arrancarlo y decir: «No, esto no es real». Si lo siguiente que reclama tu confianza tampoco resulta confiable, asimismo tendrás que arrancarlo. Capa por capa sigues indagando hasta que encuentres algo totalmente confiable, y eso será real.

Conciencia de uno mismo

Esta cualidad nos indica dónde debemos realizar nuestras indagaciones: no fuera en el mundo material sino en ti mismo. Este vuelco no se completa en una sola acción. Para cada desafío hay siempre dos soluciones, una interna y otra externa. Sólo al analizar todas las razones para volcarnos hacia fuera descubrimos porqué, debemos volcarnos hacia dentro.

Fortaleza

Como estás vuelto hacia dentro, nadie del exterior puede ayudarteEsto implica aislamiento y soledad que sólo los fuertes pueden aceptar. La fortaleza no es innata; no nacemos fuertes o débiles. La fortaleza interior es resultado de la experiencia. En las primeras etapas en que mires hacia dentro obtendrás un indicio de que puedes llegar a ser real, y con esa fuerza agregada seguirás avanzando. Te volverás más resuelto y seguro.

Pondrás a prueba todo lo que encuentres a tu paso hasta que lo sientas seguro. Paso a paso comprobarás que la fortaleza nace de la experiencia. El viaje mismo nos hace fuertes.

Vashistha no menciona casi nada más sobre asuntos cotidianos. No es necesario empezar a vivir de cierto modo —o dejar de vivir de cierto modo— para ser real. La actitud de Vashistha es de aceptación total: le complace dejar que la vida se despliegue. «Pues sólo mientras invistamos a un objeto de realidad«, afirma, «durará ese confinamiento; una vez que esa noción se va, con ella se va el confinamiento». En otras palabras, la irrealidad debe desvanecerse por sí sola. Mientras tanto, podemos ser ricos o pobres, felices o infelices, indecisos o seguros, según lo dicte nuestro karma.

Vashistha siente infinita tolerancia porque «lo irreal no existe y lo real nunca dejará de existir». Siente infinita tranquilidad porque «la conciencia es omnipresente, pura, serena, omnipotente». Sin embargo, no es por estos profundos pensamientos por lo que considero que Vashistha es extraordinario. Su talento está en aguijonearnos con verdades agudas como lanzas: «El universo es un largo sueño. El sentido del yo, al igual que la fantasía de que existen más personas, es tan irreal como un sueño».

Cuando imagino a Vashistha, visualizo un día de campo en que todos se han dormido bajo la sombra de una vieja haya. Están agotados por comida, placer y juego. Sólo una persona está sentada, despierta y alerta, esperando a que los demás terminen su siesta. Todos los demás están dormidos.

No hay manera de negar esa verdad. Vashistha sabe que está solo, pero no es pesimista. Su solitaria vigilia no ha debilitado su amor por las demás personas. La esencia es amor. No el amor de la emoción pasajera ni el que liga a una persona, sino el amor por el simple hecho de estar aquí. En comparación, el amor emocional es limitado, incierto, temeroso y está motivado por sueños que nunca se realizan plenamente.

En esencia pura, Vashistha supo que había descubierto el secreto de la felicidad universa!, el cual consta de tres partes: libertad de toda limitación, conocimiento completo de la creación e inmortalidad. Vashistha descubrió los tres. El hecho de que esta condición sea posible demuestra la existencia del amor, pues no hay otra cosa digna de desearse.

Mientras no se alcancen estas tres cosas, cualquier otro despertar es falso; el universo entero existe en el estado del sueño, en el mantenimiento de una ilusión cósmica.

Ahora conoces esta ilusión en todos sus detalles. Consiste en separación, fragmentación, pérdida de la totalidad. Debe haber un «¡No!» definitivo que se rehúse a participar en la ilusión, y Vashistha lo ha pronunciado, fuerte y claro. En lo personal, él es el maestro al que recurro cuando imagino que estoy en problemas. Al leer sus palabras siento que me elevo a su nivel, no completa ni permanentemente, pero con la suficiente validez como para regresar tranquilizado. A veces me gustaría que la CNN dejara de informar sobre crisis interminables por la banda de texto que está en la parte inferior de la pantalla de televisión, y transmitiera en su lugar estas palabras para que la gente recuerde qué es real:

Todo lo que hay en la mente es como una ciudad en las nubes. El surgimiento de este mundo no es más que la manifestación de pensamientos.

A partir de la conciencia infinita, todos nos hemos creado mutuamente en nuestra imaginación.

Mientras haya un «tú» y un «yo», la liberación resultará imposible. Amados míos, todos somos la conciencia cósmica que ha adoptado formas individuales.

Tal vez sea imposible trasladar estos nobles sentimientos a los vaivenes de la vida cotidiana, pero lo que Vashistha quiere primordialmente es que vivamos desde la esencia, y eso sí es factible. El maestro que mencioné antes, Nisargadatta Maharaj, vivió una vida así. Creció en una granja caminando tras un par de bueyes y un arado. Pero la espiritualidad lo intrigaba y se abrió paso hasta un gurú que le dio un consejo: «Tú eres el ‘yo soy’ nonato e inmortal. Recuerda esto, y si tu mente se desvía de esta verdad, hazla volver». El joven Maharaj no necesitó visitar a más gurúes; encontró su esencia con esa sencilla enseñanza.

El estado de conciencia más exaltado se reduce a darse cuenta de cuan ordinario es en realidad vivir una vida cósmica. Lo hacemos en todo momento. Sólo hace falta ver cómo Vashistha mira alrededor con gran sentido práctico y descubre infinitud en todas partes. Tener sus enseñanzas cerca de la cama es lo más apropiado cuando quieras hacer algo más que dormir:

Para el que sufre, la noche es una eternidad; para el parrandero, un instante. En los sueños, un instante no difiere de una eternidad. Pero para el sabio, cuya conciencia ha superado todas las limitaciones, no existe el día ni la noche. Cuando nos alejamos de las nociones del «yo» y «el mundo» encontramos la liberación.

CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR EL DECIMOQUINTO SECRETO

El decimoquinto secreto se refiere a la unidad. Cuando era joven sentía el impulso de llegar lo más lejos posible, pero con el tiempo comprendí que la unidad no es un objetivo que pueda plantearse como ganar un juego, encontrar al cónyuge perfecto o llegar a la cima de una profesión. La unidad es más parecida a la música. Imagina que Bach visitara un jardín de infantes e infundiera a los niños la esperanza de que todos pueden llegar a ser como él. En realidad, pocos llegarán a tener el genio de Bach para la música. Pero no tienen que hacerlo. La música es una actividad gloriosa en sí misma, sin necesidad de compararte con nadie. Cada momento en la ejecución de música produce dicha por sí mismo, no sólo por ser un paso más en el ascenso a la cima más alta.

La espiritualidad puede producir dicha en todo momento —o al menos todos los días— si se le busca teniendo en mente las cuatro enseñanzas de Vashistha. Repasémoslas, considerando esta vez cómo aplicarlas en nuestra vida:

Complacencia. Busca un momento de complacencia todos los días. Tienes derecho a ella porque, en el plan cósmico, estás protegido y eres atendido. Complácete no por lo que tienes en la vida sino por estar en el flujo de la vida. Las glorias de la creación están en tus células; estás hecho del mismo material que los ángeles, las estrellas y Dios mismo.

Voluntad de investigar. No dejes que pase ni un día sin preguntarte quién eres. La comprensión es una habilidad, y como todas las habilidades, debe persuadírsele para que surja. Comprender quién eres significa volver una y otra vez a la pregunta. ¿Quién soy? Cada vez que vuelves permites que un ingrediente nuevo entre en tu conciencia. Cada día está lleno del potencial para expandir tu conciencia, y aunque cada nueva adición parezca minúscula, la acumulación será grande. Pueden ser necesarios miles de días para saber quién eres; sólo se necesita uno para dejar de preguntar. No dejes que ese día sea hoy.

Conciencia de uno mismo. Nunca olvides que no estás en el mundo; el mundo está en ti. Nada de lo que necesitas saber sobre la existencia surgirá fuera de ti. Cuando te ocurra algo, lleva la experiencia a tu interior. La creación está hecha de tal manera que te ofrece indicios y pistas constantes de tu papel como cocreador. Toma conciencia de ellos; asimílalos.

Tu alma metaboliza la experiencia tal como tu cuerpo metaboliza el alimento.

Fortaleza. Nadie podrá decir jamás que recorrer el sendero espiritual es lo más sencillo ni lo más arduo que hay. El nacimiento de lo nuevo está demasiado ligado a la muerte de lo viejo. La alegría sucede inmediatamente a la pena, como debe ser si el nacimiento y la muerte se funden. No esperes hoy una u otra. Utiliza tu fortaleza para recibir lo que venga.

Comprométete y apasiónate con la espiritualidad lo más que puedas. La fortaleza es la base de la pasión, y tú fuiste diseñado para sobrevivir y prosperar sin importar cómo se desarrolle la vida. Fortalécete hoy con este conocimiento.

Epílogo

Renacimiento

En determinado punto, la vida no tiene más secretos que revelar. Vives como si hubiera una sola realidad, y a cambio ésta te recompensa en abundancia. El miedo producido por la dualidad ha sido remplazado por una complacencia inquebrantable.

La conciencia ha tomado plena conciencia de sí. Cuando alcanzamos este nivel de libertad, la vida comienza de nuevo. Por ello, a la iluminación se le llama apropiadamente renacimiento.

Crecí en India pero nunca conocí a un iluminado. Mi familia era profundamente religiosa, en especial la rama de mi madre. Pero cuando nací, el país entero estaba atrapado en el remolino de un nacimiento político: los ingleses levantaron sus campamentos de un día para otro y nos dejaron padecer solos los dolores del nacimiento. Fueron tiempos horrendos: la intolerancia religiosa desató la violencia en todo el norte de India y los disturbios y matanzas a gran escala se propagaron sin restricción.

Cuando Mahatma Gandhi fue asesinado por un fanático religioso el 30 de enero de 1948, el homicida cobró otra víctima. Una cuerda. La vestimenta tradicional de la casta de los brahmanes incluía una cuerda doble que se colocaba sobre un hombro. Había muchos vicios en el sistema de castas, pero para mí, esa cuerda simbolizaba una profunda verdad: que la iluminación era posible. Hasta hace poco, en India todos sabían que la cuerda doble era la promesa de un renacimiento. Representaba un legado que se remonta a mucho antes de la aparición de la memoria. La iluminación ya no se considera la meta de la vida, ni siquiera en India. Lo más que puede hacer un maestro es abrir la puerta de nuevo; puede responder las tres preguntas a la manera antigua:

• ¿Quién soy? Eres la totalidad del universo actuando mediante un sistema nervioso humano.

• ¿De dónde vengo? De una fuente que no nació ni morirá.

• ¿Por qué estoy aquí? Para crear el mundo en todo momento.

Recibir este conocimiento es como ser empujado a través del útero por segunda vez. Damos un grito de sorpresa —tal vez de conmoción y dolor— al encontrarnos en un mundo desconocido. Una vez que hemos aceptado este renacimiento, aún tenemos pensamientos y sentimientos, pero ahora son impulsos suaves sobre un fondo de conciencia silente, suaves oleadas que ascienden y descienden sin perturbar el océano del ser.

No puedo evitar el pensamiento de que la iluminación nunca fue el derecho exclusivo de India ni de ninguna cultura. El renacimiento es resultado de ver la vida como es, de verla desde el punto inmóvil de nuestro interior. En la medida en que una persona haga esto, permanecerá iluminada. El universo va al punto inmóvil para crear el tiempo y el espacio. Nosotros vamos ahí para buscar una palabra, el recuerdo de un rostro, el aroma de una rosa. En este preciso instante, el mundo está floreciendo con su infinita variedad antes de volver al silencio, asombrado por el milagro que acaba de realizar.

 

Tomado de El Libro de Los Secretos.

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