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Artículo Tormentas De Fuego, Huracanes, Masacres: El Lado Positivo

Tendemos a pensar en nuestros cuerpos como una unidad completa, pero también sabemos que el cuerpo está formado por trillones de células, cada una con una tarea y una misión. Cuando nuestros cuerpos son lesionados por algo tan pequeño como una astilla o por algo tan traumático como una bala, los millones de células alrededor de la herida responden inmediatamente para cerrar, desinfectar y sanar la lesión. El cuerpo responde con una conmoción en el caso de una herida más grande para evitar que la lesión se propague a otros órganos del cuerpo, posiblemente evitando la muerte.

No nos damos cuenta de que el cuerpo de los humanos en el planeta actúa de manera similar. Así como millones de células se sacrifican sin dudarlo para proteger el cuerpo en general, miles de personas se sacrifican por la mayoría de la especie, a menudo perdiendo todas sus posesiones o incluso perdiendo sus vidas. El problema es que no estamos acostumbrados a entender los movimientos masivos de los humanos y nos perdemos en los detalles que nos impiden comprender estos grandes eventos. Muy a menudo, un evento trágico más pequeño, como un tiroteo masivo, impide que ocurra un evento mayor, así como una tormenta de rayos podría evitar algo peor, como el estallido de una guerra o de una revolución en un lugar específico. Creemos que estos eventos son sin sentido o aleatorios sin entender que todo está conectado, todo tiene un propósito y significado, incluso un choque de cincuenta autos en una carretera, un bombardeo en un concierto de rock, un tiroteo en una iglesia o una tormenta de fuego que barre todo sobre la tierra a su paso. Lo creas o no, estos eventos están evitando que peores eventos causen mucho más daño.

La reciente masacre en Las Vegas, los huracanes en Texas, Florida y Puerto Rico, y las tormentas de fuego en California son todos ejemplos de ello. Son agentes equilibrantes que intentan cambiar nuestro rumbo en áreas donde el status quo ha hecho que los estilos de vida habituales se hayan fraguado en concreto. Estas son áreas que ruegan por cambios y transformaciones. La mayoría de estos eventos son tan catastróficos como para asegurarse de que no puedan ser ignorados. La vida nunca será la misma para muchas de las personas directamente afectadas por estos eventos e incluso para aquellas personas que a menudo visitan estas áreas.

Estos no son los castigos de un dios enojado. Ese es el pensamiento de un alma bebé y una acusasión irresponsable de aquellos con quienes podemos estar en desacuerdo, y tampoco es culpa de nuestra personalidad. Nuestras personalidades a menudo son las últimas en saber lo que nos está sucediendo. Sin embargo, en un nivel muy profundo, sabemos y aceptamos lo que se nos pide que hagamos para el nivel macro, del mismo modo que las células inmediatas alrededor de una herida se sacrifican para el mayor bien del cuerpo a un nivel micro.

No hay accidentes en la vida o la muerte. Aquellos que mueren en estos eventos son voluntarios en un nivel de esencia. La esencia nunca es víctima de eventos aleatorios, ya que puede ver todo lo que viene. Es la personalidad la que no tiene ni idea de lo que necesita ser o la que correría gritando por lo que viene. Al igual que en la guerra, estos eventos revelan heroísmo y cobardía, fuerza, resiliencia y debilidad, valor y desesperación. Hay una oportunidad para que el karma se despliegue tanto en el sacrificio como en el heroísmo y para que el karma se cree al salvar vidas o en actos atroces de asesinato, robo, abandono y caos. En una escala mayor si los humanos no nos perdiésemos tan a menudo, estos eventos catastróficos se desvanecerían y no serían necesarios porque ya no necesitaríamos más los recordatorios. Eso es lo que nos espera. Mientras tanto, el caos supremo reina. Perdimos nuestro camino, pero sólo temporalmente. Lo estamos encontrando nuevamente con cada desastre, cada catástrofe y cada trauma. Podríamos encontrar nuestro camino a través de la celebración y la alegría, pero aún no hemos aprendido esa lección como especie. Eso también espera por nosotros.

Cuando todo está dicho y hecho, estos eventos son, por diseño, para reunirnos como personas, compartir nuestro dolor, compartir nuestras pérdidas y ganar perspectiva. A medida que el fuego barre a través del vecindario, ¿qué pasa con los argumentos mezquinos por la línea de una cerca? A medida que la muerte llueve desde arriba, ¿qué sucede con los pensamientos sobre el pago del automóvil o si recibimos el respeto que merecemos en el trabajo?

Según informes de primera mano del norte de California, todas las personas se están ayudando unas a otras y especialmente aquellos cuyas casas han sido devastadas por las llamas. Debido a que muchas personas tienen que huir en cuestión de segundos y se van sin llevarse ni una sola cosa, las donaciones están fluyendo, las comidas son preparadas, se provee de ropa, junto con vecinos que abren sus casas a los refugiados sin hogar. Nadie pregunta a qué partido político pertenece el otro o qué fe religiosa tienen. De hecho, algunas personas han dicho que este es un estilo de vida completamente nuevo y que nunca antes habían conocido a sus vecinos. Al verse obligados a interactuar, muchas personas encuentran una extraña plenitud y satisfacción en el nuevo experimento social. Nadie está yendo a trabajar, así que las personas simplemente se ayudan mutuamente.

En definitiva, hay muchas opciones disponibles para nosotros. Estos eventos pueden endurecernos, hacernos entrar con resentimiento en desesperación y rigidizarnos o estos eventos pueden, en última instancia, ablandarnos, llevarnos a la rendición, al perdón o la compasión, ayudándonos a ver todo bajo una nueva luz. Muchas personas que sobreviven a los desastres reflejan más tarde cómo los eventos inesperados cambiaron sus vidas para mejor. Pudieron reemplazar sus cosas, pero una gran cantidad de “hoocha” (N. de T: del Inka “energía pesada o estancada”), energía desagradable, fue apartada en el proceso y obtuvieron una nueva vida. A veces la persona estaba abrumada con un montón de reliquias antiguas, fotos del pasado, muebles y joyas, todo perdido en la inundación o el fuego. Después de secarse las lágrimas, se sienten sorprendentemente livianas, como si les hubieran sacado años de encima. En última instancia, esto es lo que le sucede a casi todo en nuestras vidas. Eventualmente nuestros autos se desgastan, las casas se derrumban, la ropa se rasga y se desgasta, y el arte y otros objetos de valor son regalados cuando morimos. No nos llevamos nada con nosotros salvo experiencia y lecciones aprendidas. Algunas personas no quieren esperar a la muerte para experimentar el impulso de perder sus anclas. Optan por hacerlo ahora mientras todavía están vivos. Puede ser un inconveniente en términos de pérdida financiera, pero la libertad vale la pena para muchos.

En el caso de que alguien haya muerto, las pérdidas pueden ser enormes. La búsqueda de culpables quiere emerger, pero es en vano. La muerte trae las lecciones de aceptación y liberación. Todos mueren y todos seguirán muriendo sin importar cuánto nos promete la tecnología. Nunca sabemos cuándo morirán nuestros seres queridos, aunque esperamos que vivan para siempre. La primera lección es aceptación. La segunda lección es descubrir que, en última instancia, la muerte es una ilusión porque sólo el cuerpo muere. En nuestro sistema, todo esto lleva tiempo de aprenderse.

El cambio está en el aire. A medida que los incendios, las inundaciones y las masacres minan nuestra sensación de seguridad y nos despiertan, nuestra democracia está siendo desmantelada y destruida por una bola de demolición de una administración. Esto fue predicho y está sucediendo quizás más despiadadamente de lo que se anticipó. Lo que la administración no nota es que todas las catástrofes están produciendo personas más despiertas y personas más despiertas son peligrosas para los planes de la camarilla autoritaria. Que el mejor hombre-mujer triunfe.

 

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Etiquetas: incendios de California, tormenta de fuego, huracán Harvey, huracán Irma, huracán María, José Stevens, masacre de Las Vegas, incendios forestales

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Traducción: Marcela Borean

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Traducción: Marcela Borean

Fuente: El Manantial del Caduceo

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