Saltar al contenido
Esta página web usa cookies: Éstas se usan para personalizar el contenido, ofrecer funciones de redes sociales y analizar el tráfico.

Cuento con Mensaje La Palabra Mágica

Jacinto es bajito. Tan bajito que siempre le toca ser el primero de la fila. Tan bajito que tiene que ponerse en puntas de pie para mirar cuando se iza la bandera, para espiar los desfiles, para alcanzar la repisa del aula. Tan bajito que se tiene que aguantar las burlas de sus compañeros:

– Petiso.

– Inspector de zócalos.

– Chichón del suelo.

– Extracto de Gulliver.

Tan bajito que apenas puede mirar los ojos de Claudia, azules como el cielo, como un campo de lino o de lavanda, como su bicicleta nueva.

Jacinto sueña con ser alto. Alto como papá. Alto como el álamo de la otra cuadra. Alto como el mástil de la escuela. Pero la raya que ha dibujado en la pared es inalcanzable, a pesar de las sopas espesas de mamá, de los bifes jugosos, de la leche con copos crocantes. A pesar de que duerme muy estirado. A pesar de que se baña poco para no encogerse. A pesar de sus ganas.

Un día, Jacinto conoció en la plaza a un viejo marinero que había navegado, con su pequeño barco, todos los mares y los ríos del mundo.

Conversaron sentados en un banco y el viejo le contó sus aventuras.

A Jacinto le bastó con cerrar los ojos para imaginarlo con los indios en el Amazonas, entre delfines mágicos que danzan. Pescando dorados en el Paraná. Escapando de los barcos piratas en el Caribe. Sorteando los peligrosos saltos del Iguazú. Recorriendo de punta a punta el Atlántico y el Pacífico.

Jacinto, que sólo ha viajado en tren hasta el campo de los abuelos, le contó su enorme pena por ser tan bajito y las burlas de sus compañeros. Le habló de los ojos azules de Claudia y de la sopa espesa de mamá.

El viejo lo escuchó en silencio, y cuando Jacinto terminó, le dijo:

Te voy a regalar una palabra mágica. Cada vez que quieras que se te cumpla un deseo, repítela.

Dejó el viejo la palabra en la oreja de Jacinto y se marchó con pasos cansados, cantando por lo bajo hasta perderse:

Grande es el que busca

y sabe encontrar.

Grande es el que encuentra

y vuelve a buscar.

Jacinto regresó a casa repitiendo la palabra mágica.

Doroyquiepue… Doroyquiepue… Doroyquiepue…

Esa noche soñó que era un gigante con los pies en la tierra y la cabeza en las nubes. Que era una montaña. Que era una torre.

Al día siguiente en la escuela, cuando el gordo Martínez quiso tirarle las trenzas a Claudia, Jacinto dijo en voz baja:

– Doroyquiepue.

Y de un empujón lo sentó de trasero al gordo que quedó en el suelo, desparramado como un flan.

A la hora del recreo consiguió que lo pusieran de arquero en el partido.

– Doroyquiepue.

Y saltó, y se estiró, y logró que la pelota fuera a dar a cualquier parte, menos entre los tres palos.

– Doroyquiepue.

Y alcanzó el estante más alto de la repisa.

– Doroyquiepue.

Y pudo asomarse a la ventana del aula.

– Doroyquiepue.

Y pudo mirar de frente los ojos de Claudia.

– Doroyquiepue.

Y se acabaron las burlas, la sopas espesas, la pena.

Jacinto no llegó todavía a la raya que dibujó en la pared. Tal vez pase algún tiempo para eso. Pero ha descifrado el significado de la palabra mágica que el marinero le regaló.

– Quiero y puedo – la repite ahora en castellano. Y se agranda como un gigante, como una montaña, como una torre. Y canta bajito:

Grande es el que busca

y sabe encontrar.

Grande es el que encuentra

y vuelve a buscar.

Cada tarde la bicicleta azul de Jacinto atraviesa las calles en busca de los azules ojos de Claudia que lo miran de frente con una ternura azul que huele a lavanda.

 

Este cuento llegó a mí hace mucho tiempo y ahora me doy cuenta de que me falta su fuente… En los comentarios, de la publicación anterior, me han dado algunas pistas… ¡Gracias, Gracias, Gracias!!!

0 comentarios
Cuento con Mensaje Anterior
Cuento con Mensaje Siguiente

Dejanos tu comentario sobre el cuento La Palabra Mágica