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Cuento con Mensaje Posesividad

No sé muy bien subido a qué historias, entré en un camino angustiante e inútil.

Todo empezó con un ataque de celos con mi novia. Ella había preferido encontrarse con sus amigas del colegio y postergar la salida conmigo, que lo contrario. Desde allí empezaron a desfilar por mi cabeza las situaciones de pérdida y el dolor que esto siempre me causaba.

Yo había hablado en terapia de la importancia de vivir las pérdidas como tales, pero ahora estaba francamente fastidiado.

— No entiendo por qué tengo que compartir mi pareja con sus amigas, ni mis amigos con sus parejas. Lo digo así para escucharme esta estupidez y que me ayudes. Cuando algo es Mío, aunque sea troglodítico como dices tú, siento que tengo derecho de cederlo o NO, y por el tiempo que quiera yo. Por eso es Mío.

Jorge dejó la pava y me contó:

Caminaba distraídamente por la calle cuando la vio.

Era una enorme y hermosa montaña de oro.

El sol le daba de lleno y al rozar su superficie reflejaba tornasoles multicolores, que la hacían parecer un personaje galáctico salido de una película de Spielberg.

Se quedó un rato mirándola como hipnotizado.

¿Tendrá dueño? – pensó.

Miró para todos lados, pero nadie estaba a la vista.

Al fin, se acercó y la tocó.

Estaba tibia.

Pasando los dedos por su superficie, le pareció que su suavidad era la correspondencia táctil perfecta de su luminosidad y de su belleza.

La quiero para mí — pensó… Muy suavemente la levantó y comenzó a caminar con ella en brazos, hacia las afueras de la ciudad.

Fascinado, entró lentamente en el bosque y se dirigió al claro.

Allí, bajo el sol de la tarde, la colocó con cuidado en el pasto y se sentó a contemplarla.

Es la primera vez que tengo algo valioso que es mío¡Sólo mío! — pensaron los dos simultáneamente.

— Cuando poseemos algo y nos esclavizamos en dependencia de ese algo, quién tiene a quién, Demi… ¿Quién tiene a quién?

 

Tomado del libro Recuentos Para Demián.

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