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Cuento con Mensaje Una Mágica Historia

Hay mágicas historias que nos ayudan a religar, que sólo se pueden contar cuando adoptan formas de cuentos que vivaz y alegremente nos invitan a jugar, creando puentes que disipan las grietas que enmarcan las creencias.

Cuentan que había una vez un mago, con alma de sanador, que, al ver cómo el odio se acrecentaba en las calles, por amor creó con su bellísima capa blanca una enorme pantalla que a los que por allí pasaban los moldeaba de una manera muy particular.

De pronto, hubo gente que al ser succionada por la tela fue transformada en pelos, otros en uñas, algunos tomaron formas de pulmones, huesos, nervios, células, dientes, glándulas y enzimas.

Sin que pudiesen darse cuenta, todos los que por allí pasaban, teniendo pensamientos y sentimientos negativos, eran catapultados hacia ese mágico portal que tenía la increíble habilidad de hacer que todos se viesen aún más distintos que con sus formas humanas.

Así, cuando el último milímetro de piel quedó plasmado, y el cuerpo humano se completó, el mago les habló con gran dulzura: “¿Pueden darse cuenta de lo distintos que son unos de otros? Tienen diferentes formas, distintos olores y consistencias. Algunos se nutren del agua, otros prefieran la electricidad o los minerales. Hay quienes, por su ritmo, tienen más afinidad con el magnetismo. Pareciese que unos con otros no tienen nada que ver. Sin embargo, todos tienen el alquímico poder de hacer que el cuerpo esté sano, desequilibrado o enfermo. Por favor, siéntanse, reconéctense, recuerden… En esencia somos Uno”.

La frecuencia de amor que emanaba la amigable voz del anciano mago llevó a que cada parte fuese vivenciando, de manera intensa y consciente, que Ser Uno no implicaba ser iguales.

Desde bien adentro todos sintieron que sus diferencias, puestas al servicio del bien común, daban por resultado el saludable equilibrio de la armonía, y constituían la enorme riqueza que la vida humana puede aportar al maravilloso contexto planetario.

La textura de la capa cambió cuando al vibrar en esa nueva frecuencia se sumaron también los ríos, los perros, las montañas, los pájaros, los mares, las flores y todo lo que conforma, junto con los humanos, esta maravillosa creación.

Fue en ese instante de majestuosa gloria en donde incluso el mago fue atraído hacia el interior de la tela. Las hebras adoptaron la forma de una nueva y reluciente matriz, repleta de amor, ternura y conciencia, que al arroparlos sanó todas las heridas y rellenó las profundas grietas con un encantador arcoíris que trajo de regalo el Sol.

Cuentan que cuando esta vivencia sanadora cesó, junto con la capa del mago también desapareció el velo del olvido. Fue así que todos pudieron contemplar el mismo brillo en sus miradas, recordaron la pureza interior que los anima, y se sintieron profundamente hermanados en el cálido latido cristalino que ahora siente tu corazón.

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