Creo que debemos comprender con toda claridad y sencillez el arte de escuchar, el arte de ver y el arte de aprender. La palabra “arte” generalmente se aplica a los artistas, a los que pintan, a los que escriben poemas, a los que hacen esculturas, etc., pero el significado de esa palabra “arte” es dar a cada cosa su justo lugar, poner todos nuestros pensamientos, sentimientos, ansiedades, etc., en su justo lugar, dar a las cosas su justa proporción, que todo tenga armonía.
Difícilmente escuchamos a otro, estamos tan saturados con nuestras propias conclusiones, experiencias, problemas, valoraciones, que no tenemos espacio para escuchar, y tan sólo es posible escuchar si uno deja las propias opiniones particulares, los conocimientos, los problemas y las conclusiones personales, entonces uno está libre para escuchar sin interpretar, sin juzgar, sin evaluar. De hecho, escuchar, el arte de escuchar, es hacerlo con sumo cuidado, con atención, con afecto, y si uno es capaz de escuchar de esa manera, entonces la comunicación es algo muy simple, no hay malos entendidos. Comunicarse significa pensar juntos, compartir juntos las cosas de las que estamos hablando, participar en los problemas como dos seres humanos; para mí, la comunicación es muy importante porque vivimos en un mundo monstruoso, corrupto, donde hay fealdad, crueldad, violencia, y cuando uno tiene el arte de escuchar aprende inmediatamente, ve los hechos al instante, porque en el arte de escuchar hay libertad. En esa libertad, cada matiz del mundo tiene importancia y de inmediato se comprende, hay percepción al instante, por tanto, la libertad para observar es instantánea.
También está el arte de ver, de ver las cosas tal como son, no como uno quiere verlas, sino ver las cosas sin ilusiones, sin ninguna valoración u opinión preconcebida, verlas como realmente son y no según las conclusiones que uno tiene de lo que son.
Y está el arte de aprender, no de memorizar, que es algo muy mecánico, nuestros cerebros se han convertido en algo sumamente mecánico; el arte de aprender significa libertad para observar, para escuchar sin ningún prejuicio, sin argumentaciones, sin emociones y sin respuestas románticas.
Cuando de verdad y no intelectualmente tenemos estas tres artes en nuestra vida diaria, poniendo cada cosa en su lugar, donde corresponde, entonces podemos vivir realmente una vida muy sosegada y armoniosa. De manera que, por favor, aprendan ahora el arte de escuchar, miren con la atención de escuchar que el pensamiento es tiempo, que el pensamiento es medida, que el pensamiento es un movimiento en el tiempo, el cual es la causa del miedo. Si de esa declaración no extraen una conclusión, sino que escuchan realmente con su corazón, con su mente, con toda su capacidad, atención y cuidado, verán que no hay miedo; el arte de escuchar hace el milagro.
De modo que escuchen, no piensen en lo que deben hacer; el arte de escuchar es ser sensible, estar alerta, estar observando “ahora”; si lo hacen, verán cómo el pensamiento se coloca en su justo lugar y tendrán una verdadera relación con el otro; por tanto, nunca habrá ningún conflicto con los demás.
Nuestra consciencia es nuestra vida cotidiana, y en esa consciencia existe el deseo de poder, las muchas heridas que hemos recibido desde la niñez, hay miedo, hay placer, hay esa cosa a la que llamamos “amor”, pero que no es amor, están las innumerables creencias que tenemos, la creencia en Dios, la creencia en no Dios, la creencia socialista, la creencia capitalista, y esas creencias manifiestan una vida basada en fantasías, lo cual no tiene nada que ver con la realidad.
Pondremos orden en la consciencia no haciendo un esfuerzo por poner orden, no queriendo poner orden, sino escuchando, viendo y aprendiendo, porque el escuchar no tiene dirección, el ver no tiene dirección, y para aprender, no para memorizar, debe haber libertad para observar y para mirar.
Charla pública en Ojai, California
10 de abril de 1977
Tomado del libro Krishnamurti Esencial.
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