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Canalización Serie 2 Parábola 5 – Las Preguntas del Niñito

Publicada el
Mensaje de Kryon
Canalizado por Lee Carroll

Casi toda mamá que yo conozco con un bebé ha deseado secretamente que ella pudiera tener una fluida conversación en ambas direcciones con esa preciosa entidad. Hay mucho para decirle a un pequeñito. Mira si puedes obtener el significado real de la parábola siguiente sobre una mágica conversación entre una madre y su hijito bebé. Es una historia divertida con un mensaje importante.

La madre humana se sorprendió ciertamente cuando un gran ángel varón apareció en su lavadero. “¿Qué estás haciendo aquí?”

“¿Me esperabas en la cocina?”, preguntó el ángel.

“No. No te esperaba en absoluto”, contestó la madre. “¿Por qué estás aquí?”

“Para conceder tus pedidos”, dijo el ángel, como si fuera cosa común aparecer en la casa de un humano.

“Pero yo no recuerdo ningún pedido”, – explicó la madre. “Espero haber pedido algo bueno, y que no me hayas oído insultando. Digo cosas todo el tiempo cuando estoy enojada”.

“No, no”, replicó el ángel. “¿Recuerdas cuando mirabas a los ojos de tu hijo y murmuraste: ¡Si solo pudiéramos hablar uno con el otro! Bueno, estoy aquí para arreglar eso. Mañana por la noche, cuando entres en el cuarto de tu hijo, yo estaré allí para permitir que hables con él y él contigo. Tendrás un tiempo breve en que él podrá hablarte con el intelecto de un adulto, y el lenguaje de un adulto. Te diré más cuando te vea entonces”. Y con eso, el ángel desapareció, ligeramente a la izquierda del secarropa y hacia arriba.

La madre no estaba asustada; después de todo, ella creía en los ángeles, y había estado en la santería local muchas veces. Ella no podía saber que a los ángeles reales no les gustan las tiendas de ángeles. Toda su popularidad había eliminado la gracia de aparecer ante las personas. Algunos incluso querían saber dónde el ángel había conseguido su vestimenta. Muy insultante para un ángel en la vida real.

La madre no durmió mucho esa noche, y acostó temprano a su bebé de seis meses al anochecer. Miró a sus ojos profundamente y dijo: “Mañana tú y yo realmente podremos hablar uno con el otro”.

Estaba ciertamente excitada. En respuesta, él babeó.

Ella preparó cuidadosamente lo que le diría. ¿Por dónde comenzar? ¿Cuánto tiempo tendría? ¿Sería capaz de comunicar las cosas difíciles de la vida? Empezó a pensar todas las cosas que ella quería decirle a un niño que recién comenzaba su vida. Cómo una estufa está caliente, y un fuego bonito puede lastimar. Pero, espera: el ángel dijo que el niño hablaría con la mente de un adulto. Bueno, eso cambiaba todo. Necesitaba decirle cómo manejarse con las chicas, cómo tratar un corazón roto, y como no confiar en cualquiera, y cómo no conducir a demasiada velocidad. Ay, ay, tanto para decirle sobre ser un humano, pensó.

La noche siguiente la hora de la conversación mágica se aproximó lentamente. Ella esperó con su hijo pequeño en el cuarto del bebé hasta la hora señalada cuando el ángel aparecería.

“Lindo ver a ustedes dos”, dijo el ángel rápidamente. “Estas son las reglas para la conversación. Madre, tú solo puedes responder. Hijo: tú puedes hacer solo tres preguntas. Y luego se termina”.

Y con eso, el ángel desapareció nuevamente, esta vez por la caldera.

Esto cambia todo, pensó la madre en silencio, mientras miraba a su hijo. Tal vez estoy alucinando. Apuesto que mi hijo simplemente se duerme ahora.

Pero en cambio, el niño se incorporó.

“Madre”, dijo el bebé, “es un día mágico que nos reúne de esta manera. Qué alegría poder hablar contigo en este punto de mi vida”.

La madre permaneció muy atenta, con su boca abierta por el asombro. Incluso ella babeó un poquito.

“Solo tres preguntas puedo hacer”, continuó el niño desde la cuna. “¡Quiero saber tantas cosas!” El niño estaba pensando su primera pregunta, mientras su madre absorbía todo esto. Esto es real, pensó ella. Mi hijo está hablándome como si hubiera crecido; ¡qué milagro!, ¡qué regalo! Apenas podía contenerse, esperando la primera pregunta de su hijo. ¿Sería sobre filosofía, o religión? Tal vez quería saber el mejor consejo que lo guiara a una buena carrera. O tal vez querría saber cómo elegir la mejor pareja – una que durara más que la de ella.

El niño miró a los ojos de su madre e hizo su primera pregunta. “Madre, he esperado fuera de esta casa acostado, y he visto el cielo, ¿por qué es azul?”

La madre hizo lo que pudo para no gritar: Has desperdiciado la primera pregunta, ¿a quién le importa por qué el cielo es azul? Pero la madre estaba tan enamorada de su niño que ella respondió pacientemente a la pregunta de acuerdo a las reglas. Explicó cómo la atmósfera y las moléculas de oxígeno refractan la luz del sol y la vuelven azul. Al menos eso era lo que ella creía. Sonó bien de todos modos.

Esperó ansiosamente la siguiente pregunta. Pensó: la próxima tiene que ser mejor. Tal vez le gustaría saber qué debiera hacer con su vida para no terminar como un sin techo o con amigos delincuentes.

“Madre, mi segunda pregunta es esta: aunque he sido tu hijo solo seis meses, he notado que a veces hace calor afuera, y a veces hace frío. ¿Por qué es eso?”

La madre estaba consternada. Otra pregunta desperdiciada en cosas tontas. ¿Cómo puede ser esto?, se preguntó ella. Su hijo era inocente, y alerta. Su pregunta era importante para él, y ella apreció este momento mágico que podían tener juntos.

Lentamente intentó contarle sobre la Tierra y el Sol, y cómo la Tierra se inclinaba ligeramente en su órbita alrededor del Sol, produciendo el invierno y el verano, el frío y el calor.

Finalmente llegó el momento de la última pregunta. Habían estado en esto durante 30 minutos, y muy poco se había comunicado.

“Madre, te amo. ¡Pero… ¿cómo sé que realmente eres mi madre? ¿Tienes alguna clase de prueba?”

¿Qué clase de pregunta era esta? ¿De dónde vino? ¿Quién más sería su madre? Ella cuidaba de él cada día de su vida. Qué desilusión había sido esta sesión. Ella casi quería alejarse y volver al lavadero donde había empezado todo esto. Pensó cómo iba a empujar al ángel dentro del secarropa la próxima vez que lo viera.

Su hijo, con sus ojos inocentes muy abiertos y alertas, esperaba una respuesta.

Ella empezó a llorar, pero extendió sus manos y dijo: “Mira mis dedos. Son iguales a los tuyos. Mis pies, mi cara, se parecen a los tuyos. Mis expresiones de alegría y amor son tal como los tuyos. Soy verdaderamente tu madre. Tenemos los mismos ojos, la misma boca. Mira”.

Con eso, el niño estuvo satisfecho y lentamente se recostó en su cama y se durmió. Eso fue todo.

Este milagro de comunicación había venido y se había ido y la madre no había tenido una conversación significativa con su hermoso hijo. ¿Qué pasó? ¿Qué anduvo mal? Pasó mucho tiempo pensando en todo esto, y lamentó que pasara semejante evento sin que se transfiriera nada sustancioso.

Y luego el ángel apareció de nuevo, subiendo desde el drenaje del baño.

“Vete”, dijo la madre, antes que el ángel pudiera decir nada. “¡Qué desilusión resultaste ser!”

“Yo te di el tiempo”, dijo el ángel bondadosamente. “Yo no diseñé las preguntas”.

“¿De qué sirvió? ¿Por qué mi hijo no preguntó algo importante? Me dijiste que tendría la mente de un adulto, pero hizo las preguntas de un niño. Me engañaste con tu supuesto milagro”.

“Querida”, respondió el ángel, “aunque a tu hijo se le dio el lenguaje y el intelecto de un adulto, solo tenía la sabiduría y experiencia de los seis meses que ha estado en la Tierra. Sus preguntas fueron, por lo tanto, las más significativas que se le podían ocurrir, y tú las respondiste todas, incluso la última, que estaba posicionada en el miedo. Contestaste correctamente. Además, le transmitiste amor mientras estuvieron juntos y no te impacientaste con él. Él hizo lo mejor que pudo, y fue honesto. ¿Qué más podías pedir?”

La madre se sentó. No había pensado en eso. Su hijo había hecho las mejores preguntas que podía hacer. ¿Cómo iba a saber qué preguntar, si él no tenía la sabiduría que ella tenía? Y si a él se le hubiera dado esa sabiduría de algún modo, no hubiera tenido nada que preguntar.

Sin más comunicación, el ángel se fue por última vez, ahora saliendo por la ventana.

La madre volvió a la cuna y pasó largo rato mirando a su precioso hijo. “Hijo mío, hiciste lo mejor que podías”, le dijo en voz baja. “Fue bueno que tuviéramos tiempo para una conversación”.

Entonces, ¿entendiste el significado real de esta pequeña historia divertida?

Tú y yo no tenemos la mente de Dios mientras estamos aquí en el planeta y, sin embargo, tenemos el don de poder hablar con los Maestros. ¡Qué pacientes deben ser con nosotros, mientras damos vueltas con preguntas que no tienen relación con las razones reales por las que estamos aquí!!!  ¿Cómo podemos saber qué preguntar?

Kryon nos dio la pregunta mágica, justo después de dar la historia en la sesión en vivo, que viene en un momento. Lo interesante de esta historia es que Dios responde a nuestras preguntas aun si no significan nada para nuestras vidas o para el propósito del planeta.

¿Alguna vez leíste un libro sobre el linaje de las vastas cantidades de entidades a nuestro alrededor? Hay algunos libros que te darán por capítulo y versículo los nombres, y las batallas, y cómo la Tierra llegó a ser. Dicen quiénes fueron los jugadores, y qué les pasó mucho antes de que hubiera atmósfera en el planeta.

Y si leíste esos libros, ¿te dieron una sensación cálida interior? ¿Te hicieron entender qué hacer con tu vida? ¿Ahora tienes una dirección clara en cuanto a qué camino tomar para resolver los problemas de ser humano en esta nueva era? Probablemente no.

Tu libro solo te dio la respuesta a la pregunta metafísica infantil: ¿Por qué el cielo es azul?

Muchas veces nos sentimos obligados a pedir a Dios que pruebe que Dios es Dios; muéstrame esto; muéstrame aquello. ¿Cómo puedo saber que eres real? ¿Cómo puedo saber que eres Dios?

Aquí es donde suele explicarse “hecho a su imagen”, y es cuando podemos entender la metáfora del amor, con la imagen de Dios como la impronta del amor y la compasión con que venimos cada uno.

Piensa cuán insultante es para los ángeles esta pregunta y para los exaltados que han estado con nosotros, a nuestro lado, desde que nacimos.

Sin embargo, las respuestas siempre son compasivas y amorosas. Incluso estas respuestas, sin embargo, no nos llevan de A a B ni nos ayudan en relaciones insatisfactorias, trabajos insignificantes, problemas de salud,  cuestiones financieras, y dificultades de la comunidad y la familia.

Kryon nos dice que solo hay una pregunta real que puede hacer una diferencia en nuestras vidas y cambiarnos dramáticamente. Cuando nos sentamos ante Dios en meditación y oración, existe una comunicación en ambos sentidos. Algunos dicen que la oración es cuando le hablamos a Dios, y la meditación es cuando escuchamos. La próxima vez que tengas oportunidad de hablar y escuchar, haz la siguiente pregunta: Querido Dios, ¿qué es lo que deseas que yo sepa? No hay pregunta más grande que esta, y refleja tu conciencia espiritual como ninguna otra.

Si el niño hubiera preguntado esto, la madre todavía estaría contestando hasta hoy, y el niño hubiera sido mucho más sabio en su crecimiento.

 

Las Parábolas de Kryon

Transcripción y Traducción: M. Cristina Cáffaro

Fuente: Traducciones Para El Camino

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