Cuento / Historia Pierre Balmain

“Me decían que solo era un niño de montaña, que jamás llegaría a vestir a reinas… Hoy mis diseños caminan sobre alfombras rojas”.

Nací en un pequeño pueblo de Saboya, Francia, donde la moda no era más que un lujo visto en revistas viejas. Perdí a mi padre cuando apenas era un niño. Fue un golpe frío, duro… porque con él también se fue la estabilidad de nuestro hogar. Mi madre quedó sola con un niño curioso y sin rumbo, pero con una vieja máquina de coser y un sueño en los ojos. 

Mientras otros niños jugaban, yo pasaba horas dibujando vestidos. La gente del pueblo se reía, “eso es cosa de mujeres”, decían. Pero a mí no me importaba. El taller de mi madre fue mi escuela, y cada tela vieja, mi primer lienzo. Trabajé en silencio, soportando las burlas, el hambre y el miedo de quedarme estancado para siempre en un pueblo donde nadie creía en mí.

A los 20 años, llegué a París con una maleta rota y un puñado de bocetos. Dormía en habitaciones compartidas, comía una vez al día, y aguantaba humillaciones en cada entrevista. Pero insistí. Toqué puertas, una tras otra. Y cuando el gran diseñador Lucien Lelong me dio una oportunidad, no la solté. Me convertí en su aprendiz. Aprendí a cortar, a imaginar, a transformar. Y cuando sentí que ya era tiempo, fundé mi propia casa: Balmain. 

Mis vestidos empezaron a vestirse en las mujeres más poderosas del mundo. Desde actrices hasta princesas. Pero yo nunca olvidé lo que me decían en Saboya. Porque fue justo eso, lo que me hizo más fuerte. Nunca me vi como diseñador de moda. Me vi como un tejedor de sueños, uno que se negó a morir invisible. 

“No importa cuán lejos esté el mundo que sueñas, si tienes las manos vacías, pero el corazón lleno, te juro que puedes construirlo todo desde cero”. 

Pierre Balmain

Fuente: Página de Facebook de Empty Mind