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Artículo El significado de la vida es todo

Secreto 14

¿Estamos más cerca de responder la pregunta suprema: “¿Cuál es el significado de la vida?” Imagina por un momento que alguien planteara una respuesta. Directa o indirectamente, todos hemos estado en contacto con la mayoría de las respuestas tradicionales; el significado de la vida se suele reducir a un propósito más elevado, tal como:

.  Glorificar a Dios.

.  Glorificar la creación de Dios.

.  Amar y ser amado.

.  Ser honesto con uno mismo.

Como sucede con muchas otras preguntas espirituales, resulta difícil imaginar de qué manera podrían comprobar estas respuestas. Si alguien tiene un buen trabajo, sostiene a su familia, paga sus impuestos y respeta la ley, ¿puede considerársele un ejemplo de glorificar a Dios o de ser honesto con uno mismo? En tiempos de grave crisis, como la guerra, ¿cambia el significado de la vida? Quizá sea todo lo que uno pueda hacer para mantenerse con vida y ser razonablemente feliz durante una crisis.

Una manera de comprobar la respuesta a la pregunta “¿Cuál es el significado de la vida?”, sería escribirlo, sellarlo dentro de un sobre, y enviarlo por correo a mil personas elegidas al azar. Si la respuesta fuera correcta, todo el que abriera el sobre diría al leerla: “Tienes razón. Ése es el significado de la vida”. Una emocionada novia en el día de su boda estaría de acuerdo. Un anciano paralizado en su lecho de muerte estaría de acuerdo. Personas que luchan a muerte por diferencias políticas y religiosas estarían de acuerdo, así como quienes comulgan con sus creencias.

Sin embargo, ésta podría parecer una prueba imposible, pues tal vez no exista respuesta alguna que satisfaga a todos. ¿Y si la hoja de papel estuviera en blanco, o dijera: “El significado de la vida es todo”? En la realidad única, estas respuestas no son evasivas; de hecho, ambas están apegadas a la verdad. El papel en blanco significa que la vida es potencial puro hasta que alguien le da una forma. El significado de potencial puro es que la vida está infinitamente abierta. Del mismo modo, decir que el significado de la vida es todo indica que no excluye nada ni nadie. “Todo” es sólo otra manera de abarcar la gama infinita de posibilidades.

La vida no permite que se le reduzca a una explicación. Sea cual sea el significado que deseas que refleje el universo, él lo reflejará. En la Europa medieval las personas querían que reflejara su ferviente creencia en la Sagrada Trinidad; en ese mismo periodo, las personas de India querían que reflejara la danza cósmica de Shiva y su consorte Shakti; en los dominios del Islam se esperaba que reflejara a Alá. En nuestros días, los agnósticos esperan que el universo refleje su confusión y dudas espirituales. De esta manera, el cosmos aparenta ser una explosión azarosa que comenzó con el Big Bang. Muchas personas religiosas aceptan esta realidad excepto los domingos, cuando el universo refleja débilmente la posibilidad de un creador divino.

Si intentas reducir el universo a un solo reflejo, reduces tu vida al mismo tiempo. La realidad es como un espejo doble en el que además de verte, contemplas lo que está del otro lado. Este efecto es inevitable porque el universo no posee un conjunto de hechos. Tú, el observador, das vida a tu versión de la realidad. Permíteme darte un ejemplo de cómo funciona este espejo doble en el campo de la medicina.

Resulta desconcertante que el cuerpo humano pueda ser curado de tantas maneras. Casi todas las enfermedades parecen seguir una historia típica. En el caso del cáncer de mama, por ejemplo, se ha identificado un índice de supervivencia con base en el momento de la detección de la primera anomalía en las células mamarias. Las mujeres que contraen la enfermedad caerán en algún punto de la curva campaniforme de supervivencia. Como me dijo un oncólogo hace años, el cáncer es un juego de números. Un estudio estadístico nos dirá a qué edad es más probable que se presente la enfermedad. La respuesta de los tumores a distintas formas de radiación y quimioterapia se documenta constantemente.

Con estos datos en mente, la medicina busca una cura definitiva, y si ésta no ha sido descubierta, la ciencia seguirá trabajando hasta descubrirla.

Sin embargo, fuera de la norma estadística ocurren cosas extrañas. En mi experiencia como médico, he encontrado a los siguientes pacientes:

.  Una joven me contó que su madre, que vivía en una remota granja de Vermont, desarrolló un gran tumor de mama pero consideró que estaba demasiado ocupada para tratárselo. Sobrevivió más de una década sin atención médica.

.  Una mujer que sintió un bulto en su pecho decidió eliminarlo mediante la visualización. Veía hordas de leucocitos cayendo como nieve para tragar el bulto. Después de practicar esta visualización durante seis meses, el bulto desapareció.

.  Una mujer que tenía un tumor enorme, abandonó el hospital un día antes de la cirugía: no quería hacer frente a su afección con temor y pánico. Regresó meses después, cuando confió en que sobreviviría. La operación tuvo éxito y la mujer sobrevivió.

Todo médico se ha encontrado con el lado opuesto del espectro, mujeres que mueren rápidamente luego de comunicárseles la existencia de un pequeño número de células malignas en su pecho. (En algunos casos las células son anómalas. Esto significa que pueden ser inofensivas, aunque en algunas mujeres dichas anomalías se convierten rápidamente en tumores. A este fenómeno se le conoce desde hace mucho como “muerte por diagnóstico”). No estoy haciendo recomendaciones sobre cómo tratar el cáncer; sólo hago notar que, con frecuencia, la enfermedad parece reflejar las creencias del paciente.

David Siegel, en una célebre investigación realizada en Stanford, dividió en dos grupos a un conjunto de mujeres con cáncer de mama en estada avanzado. Un grupo recibió la mejor atención médica, que entonces era muy modesta. El otro grupo se reunía una vez a la semana y compartía sus sentimientos acerca de la enfermedad. Esto produjo un resultado notable. Dos años después, todas las supervivientes a largo plazo habían pertenecido al segundo grupo, y la supervivencia general en él fue más del doble que en el otro, el cual no hablaba de sus sentimientos. En resumen, las mujeres que confrontaron sus emociones fueron capaces de modificar el reflejo del espejo.

El cuerpo humano funciona con doble mando. Responde si lo curamos desde el exterior con medios materiales y también si lo curamos desde el interior con medios subjetivos.

¿Como es posible que hablar de los sentimiento sea tan eficaz—o más eficaz— que una poderosa droga contra el cáncer? La respuesta es que la conciencia siempre toma estos dos caminos. Se despliega objetivamente como el universo visible y también y subjetivamente como los sucesos de la mente. Ambos son la misma conciencia. La misma inteligencia se ha puesto dos máscaras, diferenciando entre el mundo que está “allá ” y el que está “aquí dentro”. Así, los sentimientos que surgen en un paciente con cáncer se comunican con el cuerpo de manera muy similar a como lo hacen las moléculas de una droga.

Este fenómeno ya no se considera insólito. Toda la medicina mente-cuerpo se basa en el descubrimiento de moléculas mensajeras que surgen en el cerebro como pensamientos, creencias, esperanzas, temores y deseos. El paso decisivo se dará cuando la medicina deje de dar todo el crédito a las moléculas. Cuando Mozart quería componer una sinfonía, su intención evocaba la función cerebral necesaria. Sería absurdo decir que el cerebro de Mozart quiso componer una sinfonía y entonces produjo moléculas mensajeras que se lo informaran a él. La conciencia siempre está primero, y sus proyecciones, objetivas y subjetivas, vienen después.

Esto nos lleva a un nuevo principio de importancia crucial, llamado “co-surgimiento interdependiente simultáneo”: co ~ surgimiento porque cada parte proviene de la misma fuente; interdependiente porque cada aspecto está coordinado con todos los demás; simultáneo porque una cosa no causa la otra.

Cuando Mozart quería componer una sinfonía, todo lo relacionado con su creación ocurría simultáneamente: idea, notas, sonido en su imaginación, actividad cerebral necesaria, señales a sus manos para escribir las notas. Todos estos recursos estaban integrados en una experiencia y surgían juntos. Sería falso decir que uno era la causa de otro.

Si faltara cualquiera de estos elementos, todo el proyecto se vendría abajo. Si Mozart se hubiera deprimido, su estado emocional bloquearía la música. Si estuviera exhausto físicamente, la fatiga bloquearía la música. Podemos imaginar cientos de maneras en que el desorden podría trastornar la situación: Mozart podía haber sufrido problemas maritales, un ataque cardíaco, un bloqueo artístico repentino o la distracción producida por un ruidoso niño de dos años en la casa.

La creación no es anárquica gracias al co-surgimiento simultáneo.

El cosmos es tan parecido a la mente humana que no podemos pasar por alto este hecho. Es como si el universo presentara su alucinante espectáculo de galaxias surgidas de la nada sólo para alardear ante nosotros. Es absurdo pensar que un proceso que abarca billones de años luz y se expande con increíble velocidad para generar trillones de estrellas, haya alcanzado su clímax con la aparición del ADN. ¿Por qué el universo necesita nuestro asombro? Tal vez porque la realidad funciona simplemente de ese modo: el drama cósmico que está desplegándose existe simultáneamente con el cerebro humano, un instrumento tan finamente sintonizado que puede sumergirse en cualquier nivel de la naturaleza. Somos el público final. Nada nos pasa inadvertido, no importa cuan minúsculo o enorme sea.

Ahora empieza a surgir una respuesta extraordinaria: Tal vez nosotros estamos montando todo el espectáculo. El significado de la vida es todo porque exigimos nada menos que el universo sea como nuestro patio de juego.

La física cuántica reconoció hace mucho tiempo que el observador es el factor decisivo en toda observación. Un electrón no tiene una posición fija en el espacio hasta que alguien lo busca, y de repente surge justo donde se le buscó. Hasta ese momento sólo existe como una onda que se propaga por todo el espacio. Esa onda puede convertirse en partícula en cualquier lugar. Cada átomo del universo tiene una mínima posibilidad de ser localizado tan lejos o cerca como sea posible.

El universo opera con un interruptor de sólo dos posiciones: encendido y apagado. “Encendido” es el mundo material con todos sus acontecimientos y objetos. “Apagado” es posibilidad pura, el vestidor a donde van las partículas cuando nadie las ve. La posición de encendido sólo puede controlarse por medios externos. Una vez que lo activas, el universo físico obedece un conjunto de reglas. Pero si lo percibes en la posición de apagado, el universo puede modificarse sin tener en cuenta el tiempo y el espacio. Nada es pesado o inamovible en la posición de apagado porque no hay objetos. Nada está cerca ni lejos.

Nada está atrapado en pasado, presente o futuro. La posición de apagado es potencial puro. Ahí, tu cuerpo es un conjunto de posibilidades en espera de ocurrir, pero también es el conjunto de posibilidades ocurridas y que podrían ocurrir. En la posición de apagado, toda la creación se concentra en un punto y, milagrosamente, tú vives en ese punto; es tu fuente.

No obstante, las imágenes de encendido y apagado no son muy exactas. Así como hay muchos grados de realidad física, hay muchos de realidad no física. Tu cuerpo es un objeto sólido, un remolino de átomos, una tormenta de partículas subatómicas y un fantasma de energía, todo al mismo tiempo. Dichos estados son simultáneos, pero cada uno obedece reglas distintas. En física, este confuso conjunto de reglas recibe el nombre de “jerarquía enmarañada”. La palabra jerarquía indica que los niveles están apilados en cierto orden.

Tu cuerpo no está en peligro de desmoronarse porque en la jerarquía de las cosas, los objetos sólidos permanecen en su sitio, pero en realidad eres una nube de electrones y una curva de probabilidad, así como todo lo que hay entre las dos.

Esto es en la posición de encendido. En la de apagado rige el mismo enmarañamiento, pero es totalmente invisible. El ámbito invisible se divide de maneras extrañas. En un nivel, todos los sucesos están fundidos; los comienzos y los finales se tocan y nada ocurre que no influya en todo lo demás. Pero en otro nivel algunos acontecimientos tienen preeminencia; mientras unos pueden controlarse, otros flotan alrededor debido a que sus vínculos de causa y efecto son débiles. Puedes encontrar una analogía en tu mente.

Algunos pensamientos te exigen que los acates mientras otros son caprichos pasajeros; algunos muestran una lógica estricta mientras otros obedecen a asociaciones laxas. Los acontecimientos del universo también son una mezcla de sucesos potenciales. Si lo deseas, puedes sumergirte en la posición de apagado y empezar a suscitar los acontecimientos que quieras. Sin embargo, debes estar preparado para confrontar frente a frente al enmarañamiento jerárquico, pues cada suceso que quieras modificar está inmerso en todos los demás. No obstante, hay ciertas condiciones que no cambian.

Sumérgete en el potencial puro – Cómo navegar en el campo del todo

1.         Mientras más profundo te sumerjas, más poder tendrás a tu disposición para cambiar cosas.

2.         La realidad fluye desde las regiones más sutiles hacia las más burdas.

3.         La manera más fácil de cambiar algo consiste en ir primero a su nivel más sutil: la conciencia.

4.         El silencio apacible constituye el principio de la creatividad. Cuando un suceso empieza a vibrar es porque ha comenzado a entrar al mundo visible.

5.      La creación avanza por saltos cuánticos.

6.         El comienzo de un suceso es simultáneo a su final. Los dos emergen del ámbito de la conciencia silente.

7.         Los acontecimientos se desarrollan en el tiempo pero nacen fuera de él.

8.         La manera más fácil de crear es hacerlo en la dirección de la evolución.

9.         Como las oportunidades son infinitas, la evolución nunca termina.

10.        El universo corresponde al sistema nervioso que lo contempla.

La exploración de estas condiciones te permitirá crear el significado de tu vida. Permíteme condensar estos diez puntos en un bosquejo que podrás rellenar: desde el BigBang, el universo entero actúa como lo hace para adecuarse al sistema nervioso humano. Si pudiéramos percibir el cosmos de otra manera, sería diferente. El universo no tiene luz para los peces ciegos de las cavernas, los cuales han evolucionado para excluir todo lo visual. El universo tampoco tiene sonidos para las amibas, sabores para los árboles ni olores para los caracoles.

Cada criatura elige su gama de manifestación de acuerdo con su gama de potencial.

El universo se ve obligado a respetar tus límites. Así como no hay belleza visual que afecte a un pez ciego de las cavernas ni perfume que seduzca a un caracol, cualquier aspecto de la vida fuera de tus límites carecerá de significado para ti. Eres como un nómada recolectando plantas en el bosque.

Pasarás por alto todas las que no sean comestibles, y un bosque lleno de flora exótica estará vacío para ti. La fuerza de la evolución es infinita pero sólo puede trabajar con lo que el observador le proporciona. Una mente cerrada al amor, por ejemplo, contemplará un mundo sin amor y será inmune a cualquier evidencia de él, mientras que una mente abierta mirará el mismo mundo y encontrará infinitas expresiones de ese amor.

Si nuestros límites tuvieran la última palabra, la evolución no podría atravesarlos. Aquí es donde entran en acción los saltos cuánticos. Cada observador crea una versión de la realidad que encierra ciertos significados y energías. Mientras esos significados parezcan válidos, las energías lo mantienen unido. Pero cuando el observador quiere ver algo nuevo, todo significado se derrumba, las energías se combinan de nuevas maneras y el mundo da un salto cuántico. El salto ocurre en el plano visible cuando el interruptor está “encendido”, pero fue fraguado en el ámbito invisible cuando el interruptor estaba “apagado”.

He aquí un ejemplo: nuestra capacidad para leer surgió cuando el hombre prehistórico desarrolló una corteza cerebral aunque nadie en el mundo prehistórico necesitaba leer. Si la evolución fuera tan aleatoria como sostienen muchos genetistas, la capacidad para leer hubiera desaparecido hace un millón de años pues su utilidad para la supervivencia era nula.

Pero este rasgo sobrevivió para la criatura que estaba surgiendo. La conciencia conoce lo que está por venir, e infunde en cada partícula de la creación el potencial necesario no sólo para el futuro que se está desarrollando, sino para cualquier futuro. La naturaleza no necesita predecir lo que ocurrirá en todos los niveles. Sólo abre vías de crecimiento, y luego una criatura —en este caso, nosotros— da el salto cuando lo considera apropiado. Mientras el potencial esté vivo, el futuro puede evolucionar por elección.

En varias ocasiones, individuos suspicaces me han señalado una inconsistencia en lo que he dicho. “Estás contradiciéndote. Por una parte dices que causa y efecto son eternos; ahora dices que el final está presente en el comienzo. ¿Cuál de los dos es correcto?” Bueno, los dos. Ésta no parece una respuesta muy satisfactoria, y sin duda los críticos suspicaces fruncirán el ceño al escucharla. Pero el universo está utilizando causas y efectos para llegar a algún lado. Cuando quiere dar un salto cuántico, causa y efecto se amoldan al propósito. (De hecho, experimentas esto en este preciso instante: cuando imaginas el color rojo, tus neuronas emiten señales de una manera concreta. Pero tú no les ordenaste que lo hicieran; ellas se alinearon automáticamente con tu pensamiento.)

En la jerarquía enmarañada, amibas, caracoles, galaxias, hoyos negros y quarks son expresiones igualmente válidas de la vida. El hombre prehistórico estaba tan inmerso en su realidad como nosotros en la nuestra, igualmente fascinado por ella, y era asimismo privilegiado por ver el desarrollo de la realidad. La evolución ofrece a cada criatura exactamente el mundo que se ajusta a su capacidad de percepción. Pero hay algo que necesita evolucionar más que ninguna otra cosa: la brechaSi aún no estás listo para aceptar que el significado de la vida es todo, encuentra tu significado en el cierre de la brecha. Aparta al mundo del borde del desastre; cambia el rumbo del futuro para evitar la colisión con el caos. El Dharma, la fuerza que sostiene la naturaleza, respaldará cualquier pensamiento, sentimiento o acción que cierre la brecha, porque el universo está hecho para fundir a observador y observado.

Debido a que eres consciente de ti mismo, tu destino es la unidad. La unidad está integrada a tu cerebro tanto como la capacidad de leer lo estaba en el cerebro del Hombre de Cromagnon. En la medida en que la brecha se cierre, los seres humanos modernos nos fundiremos con formas de vida inferiores y superiores. Todas las generaciones de la humanidad, desde el primer homínido hasta lo que sea que venga después de nosotros, serán consideradas una. ¿Y entonces qué? Imagino que quitaremos el cuadro de la pared, distanciándonos de cualquier imagen fija. Vivir desde el nivel de la existencia pura, libres de los sucesos del mundo físico, es el final de este viaje y el comienzo de otro nunca antes visto. Éste será el advenimiento de la unidad y el apogeo de la libertad.

CAMBIA TU REALIDAD PARA ALBERGAR EL DECIMOCUARTO SECRETO

El decimocuarto secreto se refiere a la comprensión total. Comprensión no es lo mismo que pensamiento. La comprensión es una habilidad que se desarrolla en la conciencia. Es lo que has hecho a partir de tu potencial. Un bebé se convierte en niño, por ejemplo, mediante el desarrollo de la habilidad de caminar, la cual representa un salto cuántico de la conciencia del niño, extendida hasta cada rincón de la existencia: los patrones cerebrales cambian; en el cuerpo surgen nuevas sensaciones, los movimientos des coordinados se coordinan; los ojos aprenden a ver el mundo desde una perspectiva vertical y móvil; nuevos objetos del entorno están al alcance; y desde el umbral del primer paso, el bebé entra en un mundo de posibilidades inexploradas que podría culminar en escalar el Monte Everest o en correr un maratón. Así pues, no estamos hablando de una habilidad sino de un auténtico salto cuántico que no deja intacto ningún aspecto de la realidad del bebé.

La diferencia entre un niño pequeño y un corredor de maratón es que el nivel de comprensión se ha profundizado, no sólo en un frente sino en toda la persona. Cuando realizas una acción en realidad estás expresando un nivel de comprensión. En una carrera, dos corredores pueden compararse en áreas tales como disciplina mental, resistencia, coordinación, administración del tiempo, equilibrio de obligaciones y relaciones, etcétera. Cuando compruebas cuan amplio es el alcance de la conciencia, empiezas a comprender que nada está excluido.

La comprensión modifica la imagen total de la realidad.

Ser capaz de influir en la totalidad de tu realidad al mismo tiempo es la esencia del “cosurgimiento simultáneo interdependiente”. No hay límites para la influencia que puedes ejercer, pero para descubrir esto debes abordar la vida con pasión. Cuando haces algo con pasión, expresas cada aspecto de quien eres. La pasión libera toda la energía que posees. En ese momento te juegas el todo por el todo, pues si pones todo lo que tienes en una empresa, tus defectos y debilidades también quedan expuestos. La pasión saca todo a la luz.

Este hecho inexorable desanima a muchas personas, a quienes desagradan tanto sus aspectos negativos, y se sienten tan intimidados por ellos que contienen su pasión creyendo que así la vida será más segura. Tal vez lo sea, pero al mismo tiempo limitan gravemente su comprensión de lo que la vida puede ofrecer. En términos generales, hay tres niveles de compromiso que puedes expresar:

1.         Abordar una situación sólo hasta encontrar el primer obstáculo real.

2.         Abordar una situación lo suficiente para superar algunos obstáculos.

3.         Abordar una situación para vencer todos los obstáculos.

Usando este modelo, piensa en algo que hayas deseado apasionadamente hacer bien: pintar, escalar montañas, escribir, criar a un hijo o destacar en tu profesión. Evalúa honestamente tu desempeño en esa tentativa.

Nivel 1. “No estoy satisfecho con lo que he logrado. Las cosas no resultaron como yo quería. Otros tuvieron un mejor desempeño que el mío. Perdí el entusiasmo y me desanimé. Sigo haciendo lo que debo hacer, pero básicamente estoy patinando sobre la superficie. Creo que esencialmente he fracasado”.

Nivel 2. “Estoy bastante satisfecho con mis logros. Mi desempeño no siempre es el mejor pero sigo en la carrera. La gente confía en mí porque sé lo que hago. He vencido muchos obstáculos para llegar a ser así de bueno. Siento que esencialmente soy un triunfador”.

Nivel 3. “Dominé lo que me propuse. Las personas me miran con respeto y me consideran una autoridad. Conozco todos los recovecos de esto y siento una profunda satisfacción por ello. Ya casi no necesito pensar en los pormenores. Mi intuición me guía. Esta área de mi vida es una de mis grandes pasiones”.

Cada nivel de compromiso refleja la comprensión que estás dispuesto a alcanzar. Si no conocieras la naturaleza humana podrías suponer que actividades como pintar, practicar montañismo o escribir podrían tratarse aisladamente, pero toda la persona se ve afectada porque toda ella se está expresando. (Por esto se dice que uno llega a conocerse en la montaña o frente al lienzo en blanco.) Aun si piensas en una habilidad modesta, como correr un maratón o cocinar, todo tu sentido del yo cambia cuando tienes éxito con pasión, a diferencia de cuando fracasas o te echas para atrás.

La voluntad de entrar en cada parte de ti abre la puerta a la comprensión total. Te juegas toda tu identidad, no sólo una parte. Esto puede parecer sobrecogedor, pero es de hecho la manera más natural de abordar cualquier situación. Cuando retienes una parte de ti, le niegas contacto con la vida; reprimes su energía y evitas que comprenda lo que necesita saber. Imagina a un bebé que desea caminar, pero tiene estas reservas:

1.         No quiero verme mal

2.         No quiero caer.

3.         No quiero que nadie me vea fracasar.

4.         No quiero vivir con la carga del fracaso.

5.         No quiero gastar toda mi energía.

6.         No quiero dolor.

7.         Quiero acabar con las cosas lo más rápidamente posible.

Para un bebé, estas reservas parecen absurdas. Si cualquiera de ellas entrara en juego, nunca aprendería a caminar o lo haría con vacilación. La oportunidad de alcanzar la maestría jamás se presentaría. Sin embargo, los adultos recurrimos a estas reservas todo el tiempo. Como resultado, nos negamos la maestría. Nadie puede cambiar el hecho de que todos los aspectos negativos de una situación se expresan en el instante en que la situación surge, junto con todos los aspectos positivos. No podemos escapar de las decisiones internas que hemos hecho.

Todo lo que has decidido sobre ti está en juego en este instante.

Por fortuna, estas decisiones individuales pueden examinarse y modificarse. Como todos los aspectos negativos están justo frente a ti, no necesitas ir en su búsqueda. Lo que las personas experimentan como obstáculos en la vida son reflejos de una decisión mediante la cual rechazaron la comprensión. Si rechazas demasiada comprensión te conviertes en una víctima sujeta a fuerzas que te abruman y apabullan. Estas fuerzas no son destino ni infortunio: son huecos en tu conciencia, lugares donde no has sido capaz de mirar.

Considera hoy una de las decisiones que has evitado que te comprometan totalmente en la vida; puede estar incluida en la lista anterior.

No quiero verme mal.

Esta decisión se relaciona con la imagen propia. “Verse bien” significa preservar una imagen, pero las imágenes son sólo fotografías congeladas. Dan la impresión más superficial de quién eres. A la mayoría de las personas se le dificulta superar su imagen propia. Crean cierta apariencia, cierta manera de actuar, cierto nivel de gusto, estilo de vida y estatus que se engranan en quienes creen que son. Su imagen propia se proyecta en cada situación nueva con sólo un resultado posible: se ven bien o se ven mal. Mucho tiempo atrás, estas personas decidieron que nunca se verían mal sí podían evitarlo.

La única manera en que puedes contrarrestar esta decisión es mediante tu voluntad de olvidar cómo te ves. Estoy seguro de que has visto filmaciones en cámara lenta de corredores olímpicos cruzando la línea de meta, empapados en sudor, las caras distorsionadas por el esfuerzo, gastando hasta el último gramo de sí mismos. En su pasión por ganar no les importa en lo más mínimo cómo se ven. Esto te ofrece una pista sobre tu situación: si estás verdaderamente concentrado en el proceso en curso, no pensarás en tu apariencia.

Considera hoy las siguientes ideas y reflexiona en ellas hasta comprender cómo se relacionan contigo:

.  El triunfo no tiene que verse bien. Una cosa no tiene nada que ver con la otra.

.  Apasionarse por algo se ve bien desde dentro, que es lo que importa.

.  Verse bien desde dentro no es una imagen. Es un sentimiento de satisfacción.

.  No te sentirás satisfecho mientras mantengas una imagen en tu mente.

No quiero caer.

Esta decisión gira alrededor del fracaso, que a su vez gira alrededor del enjuiciamiento. En el ámbito de la pintura, toda obra maestra está precedida por un boceto. A veces estos bocetos son unos cuantos garabatos burdos, otras requieren años y decenas de intentos.

¿Fracasó el pintor cuando hizo un boceto? No, porque dominar una habilidad requiere etapas de desarrollo. Si consideras que tus primeros esfuerzos son fracasos, te opones a un proceso natural.

En general, las personas que temen caer fueron ridiculizadas o humilladas en el pasado. Ésta es un área donde los padres emiten juicios negativos de terribles consecuencias: el fracaso es algo que heredas de alguien que te desalentó. El temor se adhiere al fracaso al vincularse con el sentido del yo. “Caer significa que no valgo”. Junto a verse mal, la segunda reserva mental más nociva es el miedo a caer y sentirse como un individuo sin valor.

Hoy, analízate honestamente y considera cuánto de este miedo hay en ti. El grado con que te evalúes es el grado con que necesitas sanar. La mayoría de las personas dice que odian fracasar, pero detrás de la palabra odio puede haber una amplia gama de emociones, desde un derrumbe desolador del yo hasta una ligera molestia por no haber tenido tu mejor desempeño. Tú puedes sentir en qué nivel de la escala caes.

Califícate:

.  Me siento desolado cuando fracaso. No puedo librarme de ese sentimiento durante días, y cuando recuerdo mis más grandes fracasos revivo cuan intensa fue la humillación.

. Me siento tan mal cuando fracaso que generalmente deserto. Me cuesta mucho volver a la carrera, pero finalmente lo hago. Es una cuestión de orgullo y amor propio.

.  Me tomo con calma el fracaso porque me importa más alcanzar mis objetivos. Aprendo de mis fracasos. Hay algo positivo en cada revés. Si puedes aprender de tus errores, no has fallado.

.  No pienso en términos de ganar o perder. Permanezco concentrado y observo mi desempeño en cada situación. Cada respuesta me muestra un nuevo aspecto de mí mismo. Quiero comprender todo, y desde esa perspectiva, cada experiencia es como pasar otra página en el libro de la evolución.

Una vez que determinas en dónde te encuentras, desarrolla un programa de cambio apropiado para ese nivel.

Primero, las personas en este nivel son hipersensibles a los reveses y los toman de manera tan personal que abren sus viejas heridas una y otra vez. Si es tu caso, vuelve a lo básico. Encuentra algo muy sencillo de lograr, como preparar un omelet o correr alrededor de la cuadra. Aparta tiempo para esta actividad, y mientras la estés llevando a cabo, percibe cómo se siente triunfar. Sé como un buen padre y elógiate. Si las cosas salen un poco mal, piensa que no hay problema. Necesitas reformatear tu manera de sentir respecto de establecer una meta y alcanzarla.

Dentro de ti hay una voz desalentadora que percibes muy pronto y a la que das demasiado crédito. Desarrolla progresivamente una conexión con la voz que alienta. Ésta también está en ti pero ha sido ahogada por la voz de la crítica. Incrementa gradualmente los retos que puedes enfrentar. Pasa de preparar un omelet para ti a preparar uno para alguien más. Percibe qué se siente ser alabado. Asimila el hecho de que mereces este halago. No te compares con nadie más; tú estás donde estás y en ninguna otra parte. Sigue reforzando tus éxitos.

Por lo menos una vez al día, haz algo que consideres un éxito y que suscite elogios de ti o de alguien más. Asegúrate de que el elogio externo sea sincero. Tomará tiempo, pero luego de un tiempo notarás que la voz interior de aliento está empezando a crecer.

Aprenderás a confiar en ella, y llegarás a comprender que tiene razón.

Segundo, a las personas de este nivel les afectan de tal manera los fracasos que con frecuencia evitan nuevos desafíos, pero no tanto como para sentirse desolados. Si es tu caso, necesitas más motivación porque estás en la frontera entre querer ganar y el temor al fracaso. Puedes inclinarte hacia uno u otro. Para aumentar tu motivación puedes unirte a un equipo o buscar un tutor. El espíritu de equipo te ayudará a hacer caso omiso de las voces desalentadoras de tu interior.

Un tutor te mantendrá concentrado de manera que desertar no sea una opción. Elige un nivel de actividad que no ponga en riesgo la confianza en ti mismo. Es más importante interiorizar los elementos del éxito que vencer un gran desafío. El equipo no tiene que ser deportivo; busca cualquier grupo que tenga esprit de corps (*). Podría ser una banda de jazz, un grupo de voluntarios o un partido político. El apoyo externo te ayudará a vencer tus obstáculos internos. Llegarás a comprender que esos obstáculos no son montañas; pueden reducirse a pequeñas cimas de éxito.

Tercero, las personas de este nivel se sienten más alentadas por el éxito que desalentadas por el fracaso. Tienen un buen abastecimiento de motivación positiva. Si es tu caso, puedes tener éxito por mucho tiempo pero llegará un momento en que las recompensas externas dejarán de satisfacerte. Necesitas fijarte un objetivo completamente interno parar crecer. Entre los objetivos internos más valiosos están aprender a profundizar en ti, aprender a servir a otros sin recompensa, y aprender sobre las profundidades de la espiritualidad. Proponte obtener mayor comprensión de ti sin recompensas externas. Con el tiempo, la distinción entre éxito y fracaso empezará a difuminarse. Empezarás a ver que todo lo hecho no ha sido sino el despliegue de ti mismo para ti mismo. Las mayores satisfacciones de la vida ocurren cuando ese despliegue es lo único que necesitas.

Cuarto, las personas de este nivel han vencido el fracaso. Disfrutan cada giro de la vida y les satisfacen todas las experiencias. Si es tu caso, profundiza tu maestría. Tus obstáculos restantes son sutiles y están en el nivel del ego. Aún crees que un yo aislado está teniendo esas experiencias. Proponte distanciarte e ir más allá de este yo limitado. Los textos espirituales más profundos y tu compromiso personal con uno de los cuatro caminos te proporcionarán gran satisfacción.

No quiero que nadie me vea fracasar.

Esta decisión gira alrededor de la vergüenza, temor interiorizado a la opinión de los demás. La desaprobación de ellos se convierte en tu vergüenza. El cliché acerca de que las personas en Oriente no soportan “perder la cara” se refiere a la vergüenza, que puede ser una poderosa fuerza social. La respuesta a la vergüenza no es la adopción de un comportamiento desvergonzado. Muchas personas intentan esa solución en su adolescencia, esperando vencer su intensa timidez con actos externos de bravuconería, como pasearse en autos robados o vestir de manera extravagante. Si te sientes avergonzado fácilmente, has tomado una decisión interna que necesitas modificar.

Primero, date cuenta de que lo que los demás piensan de ti depende frecuentemente de si tus actos son buenos o malos a sus ojos. La opinión social es inevitable, y nos afecta a todos. No obstante, algunos intentarán avergonzarte mediante sus palabras, tono de voz y comportamiento. Distánciate de tu situación y observa cómo funciona estoLee un tabloide o ve un programa televisivo de chismes del espectáculo. Advierte el flujo constante de insinuaciones y juicios. Siéntete cómodo con el hecho de que este tratamiento existe. No estás aquí para cambiarlo, sólo para tomar conciencia de cómo funciona.

Segundo, evita avergonzar a los demás. Este comportamiento es un disfraz. Crees que si chismorreas, hablas mal de las personas, intentas sentirte superior o atacas de cualquier otra manera, protegerás tu vulnerabilidad. En realidad, lo que estás haciendo es hundirte en la cultura de la vergüenza. Aléjate; no te puedes permitir permanecer ahí más tiempo.

Tercero, encuentra maneras de granjearte halagos que te hagan sentir una buena persona, lo cual es diferente a recibir halagos por tus logros. Sin duda puedes hacer muchas cosas por las que los demás dirían que has hecho un gran trabajo, pero lo que te hace falta es el halago que sane tu sensación de vergüenza. Eso sólo puede ocurrir cuando las emociones están en juego. Necesitas sentir el calor de la gratitud; necesitas ver la admiración en la mirada de otra persona. Te sugiero que ayudes a los pobres, ancianos o enfermos. Dedica tiempo a un programa voluntario de ayuda a necesitados, sea cual sea tu definición de ese término. Mientras no te reconectes sobre la base del amor, no serás capaz de separarte de los sentimientos de vergüenza.

No quiero vivir con la carga del fracaso.

Esta decisión gira alrededor de la culpa, conocimiento interno de que se ha obrado mal. Tiene su lugar como una voz saludable de tu conciencia. Pero cuando la culpa se adhiere a la razón equivocada puede ser destructiva y enfermiza. Las personas que se sienten culpables sufren por la incapacidad de distinguir entre pensamientos y actos. Sienten la carga de cosas exclusivamente mentales, no de acciones. A esto suele llamársele “pecar en el corazón”. Sea cual sea el nombre que le des, la culpa te hace sentir un fracasado debido a tu horrendo pasado.

Las personas que se sienten culpables no quieren enfrentar nuevos desafíos por miedo a que, cuando fracasen, se sentirán más culpables y la carga del pasado se incrementará. Esto les suena razonable, pero en realidad la culpa es extremadamente irracionalComo la vergüenza, podemos descomponer la culpa en sus ingredientes irracionales:                                                                           :;

.  La culpa no es una medida confiable del bien y el mal. Puede hacerte sufrir por razones triviales.

.  La culpa es una manta que quiere cubrir todo. Te hace sentir culpable respecto de personas y cosas que no tienen relación con tus actos excepto porque casualmente estaban en los alrededores.

 La culpa te hace sentir excesivamente responsable. Crees haber causado males que, en realidad no tienen nada que ver contigo.

 La culpa es parcial. Invariablemente te considera culpable, sin oportunidad de indulto.

Cuando comprendes estos cuatro enunciados puedes empezar a aplicarlos en tu caso. No intentes ahuyentar la culpa. Ten tu reacción de culpa, déjala ser, y entonces pregúntate:

«¿En verdad hice algo malo?» «¿Condenaría yo a alguien que hiciera lo mismo?» «¿Actué lo mejor posible dadas las circunstancias?» Estas preguntas te ayudarán a percibir más objetivamente el bien y el mal. Si tienes duda, busca la opinión de una persona poco inclinada a inculpar.

«¿A quién lastimé en realidad?» Sé específico; no permitas que la culpa sea una manta. Tal vez descubras que en realidad jamás lastimaste a nadie. Si aún crees que lo hiciste, ve con la persona y pregúntale cómo se siente al respecto. Comenta tus acciones. Intenta llegar al punto donde puedas disculparte. Escribe la disculpa en un papel. Cuando la voz de la culpa te acuse de nuevo, toma el papel que demuestra que has sido perdonado y di: «¿Lo ves? No importa que quieras hacerme sentir así. La persona que lastimé ya no se preocupa por esto».

«¿En verdad soy el responsable aquí? ¿Cuál fue mi participación? ¿Jugaron mis acciones un papel importante o secundario?» Sólo eres responsable de las acciones que realizaste o que no realizaste. Sé específico. Detalla esas acciones; no las exageres y no caigas en la idea irracional de que eres totalmente responsable sólo porque estabas ahí. Muchas situaciones familiares nos sumergen en una sensación general de culpa compartida; pero si eres específico y te responsabilizas de lo que en realidad dijiste e hiciste, no lo de lo que dijeron e hicieron quienes estaban alrededor, puedes disipar el sentimiento de ser responsable de todo.

«¿Qué cosas buenas he hecho para compensar las malas? ¿Cuándo habré hecho lo suficiente para dejar esto atrás? ¿Estoy listo para perdonarme?» Todas las malas acciones tienen su límite, después del cual eres perdonado e indultado. Pero como hemos visto, la voz interna de la culpa es parcial: eres culpable desde el momento en que entras al tribunal y sigues siéndolo por siempre. Piensa en cualquier acción que te produzca culpa y escribe el día en que serás perdonado. Haz todo lo que puedas para compensar tu mala acción y cuando llegue el día de la liberación, toma tu indulto y aléjate. Ninguna acción, por atroz que sea, merece una condena perpetua; no te dejes llevar por el prejuicio que sigue responsabilizándote hasta de tus pecados más veniales año tras año.

No quiero gastar toda mi energía.

Esta decisión gira alrededor de la creencia de que la energía, como el dinero de tu cuenta bancaria, es limitada. Las personas que no quieren gastar mucha energía evitan nuevos desafíos por pereza, pero ésta es en gran medida un disfraz de asuntos más profundos.

Es cierto que la energía es limitada, pero si alguna vez te has comprometido apasionadamente con algo, sabrás que mientras más energía le dediques, más tendrás. La pasión se renueva a sí misma.

Curiosamente, lo que drena la energía es el acto de contenerla. Mientras más reserves tu energía, más se estrechan los canales por los que puede fluir. Quienes temen amar, por ejemplo, reprimen la expresión del amor. Su corazón se constriñe en vez de expandirse; las palabras afectuosas se atoran en sus gargantas; se sienten torpes hasta en los más pequeños gestos de cariño. La constricción desarrolla el temor a la expansión y la serpiente sigue mordiendo su propia cola: mientras menos energía gastes, menos tienes para gastarLos siguientes pasos pueden expandir los canales de la energía:

•  Aprende a dar. Cuando sientas el impulso de acumular, acércate a una persona necesitada y ofrécele algo que tengas en abundancia. No tiene que ser dinero o mercancías. Puedes dar tiempo y atención, lo que de hecho contribuirá más a abrir tus canales de energía que dar dinero.

•  Sé generoso. Esto implica ser generoso con elogios y agradecimientos más que con dinero. La mayoría de las personas ansia el elogio y recibe mucho menos del que merece. Sé el primero en notar cuando alguien obre bien. Agradece con todo el corazón y no sólo con fórmulas verbales.

Elogia detalladamente, mostrando a la persona que en verdad prestaste atención a lo que hizo. Mira a la persona a los ojos y mantén esa conexión mientras la elogias.

•  Sigue tu pasión. Algún área de tu vida te hacer querer gastar toda tu energía ahí. Sin embargo, a la mayoría de las personas les inhibe la idea de ir demasiado lejos y no gastan su energía ni en esas áreas. Ten la disposición de llegar al límite, y entonces avanza un poco más. Si te gusta la caminata, fija tus expectativas en una montaña y conquístala. Si te gusta escribir, comienza y termina un libro. No se trata de forzarte sino de demostrar cuánta energía hay ahí en realidad. La energía es la portadora de la conciencia; le permite salir al mundo. Al dedicar más energía a cualquier empresa incrementas la recompensa de comprensión que obtendrás.

No quiero dolor.

Esta decisión gira alrededor de varias cuestiones que se relacionan más con el dolor psicológico que con el físico. La primera de ellas es el sufrimiento pasado. Las personas que han sufrido y no han podido sanar sienten gran aversión hacia cualquier nueva posibilidad de dolor.

Otra cuestión es la debilidad. Si el dolor ha vencido a alguien en el pasado, la perspectiva de sufrir más dolor hace surgir el temor de debilitarse aún más. Finalmente está la vulnerabilidad. El dolor nos hace sentir expuestos y más susceptibles al dolor que si permaneciéramos invulnerables. Todas estas cuestiones son profundas y no es fácil encontrar a alguien inmune a ellas. Como siempre, hay varios grados de sensibilidad.

El dolor es neutral en el plan cósmico. En el mundo material, el dolor nos motiva negativamente y el placer lo hace positivamente. Aprender a ser libres significa que tus actos no dependen de accionar alguno de estos interruptores. No hay desafío mayor, pues todos estamos profundamente inmersos en el ciclo de placer y dolor. Sólo alcanzando el nivel del testigo puedes notar cuan incómodo te sientes cuando el placer o el dolor te impulsan.

Quiero acabar con las cosas lo más rápidamente posible.

Esta decisión gira alrededor de la impaciencia. Cuando tu mente está inquieta y desorganizada no puedes evitar sentirte impaciente. Careces del nivel de atención necesario para tomarte tu tiempo y ser paciente. Las personas que se contienen porque no pueden prestar suficiente atención también se privan de nuevos desafíos. Su comprensión se ve forzada a permanecer en un nivel muy superficial. Irónicamente, el tiempo no es esencial para una respuesta atenta. Lo que importa no es cuánto tiempo sino con qué profundidad prestas atención.

En la película Amadeus, un compositor muy competente, Salieri, se siente atormentado por el genio de Mozart, su rival. Mozart no era mejor persona que Salieri: para favorecer el dramatismo, la película convierte a Mozart en un hedonista vanidoso y pueril. Él no dedicaba más tiempo a componer que Salieri; no era más favorecido por los patrones; no asistió más tiempo a la escuela de música. Salieri culpaba a Dios por esta flagrante iniquidad de dones, y casi todos hacemos inconscientemente lo mismo cuando conocemos a alguien que excede por mucho nuestras capacidades.

La impaciencia está arraigada en la frustración. Nos rehusamos a prestar atención porque los resultados no ocurren con suficiente rapidez o no producen suficientes recompensas. La mente prefiere alejarse de esta fuente potencial de incomodidad. Si te impacientas fácilmente, probablemente responsabilizas a las circunstancias externas. El tránsito no avanza con suficiente rapidez, la fila para pagar en el supermercado dura una eternidad; cuando pides a alguien que realice una tarea, siempre arrastra los pies.

La proyección de tu impaciencia en el mundo externo es una defensa, una manera de desviar el miedo a la ineptitud.

En los casos más graves del trastorno por déficit de atención, especialmente en niños, ese miedo siempre está detrás de la falta de atención. Las personas impacientes están demasiado desalentadas como para profundizar demasiado.

Aun sin un rival del genio de Mozart, todos nos sentimos intimidados por un competidor interno y misterioso, alguien que por definición es mejor que nosotros. Este fantasma nos expulsa de nuestra propia conciencia.

La impaciencia termina cuando vuelves a tu interior con la confianza suficiente para permitir que la conciencia se despliegue. La confianza no puede forzarse. Te considerarás apto cuando experimentes niveles más y más profundos de comprensión. Si eres impaciente, necesitas enfrentar la realidad de que no eres el mejor en nada, ni necesitas serlo. Detente cuando te sientas eclipsado por genios, riquezas, estatus o logros mayores. La única persona real dentro de ti eres tú.

Esa persona es una semilla cuyo crecimiento es ilimitado. Para que las semillas germinen es necesario alimentarlas, y en este caso la alimentación se logra prestando atención. Ten la disposición de enfrentarte a ti mismo, sean cuales fueren las limitaciones que creas tener. Sólo un encuentro directo contigo mismo produce el alimento de la atención, y mientras más alimento ofrezcas, mayor será tu crecimiento.

 

(*) El esprit de corps, conciencia de grupo o moral es un galicismo de origen militar. Significa el sentimiento de honor y orgullo compartido por los ideales y logros de un grupo de personas. Wikipedia

Tomado de El Libro de Los Secretos.

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