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Artículo ¡No te preocupes, sé feliz!

Hola, queridos amigos, creativos y buscadores culturales de todas partes:

   ¡No te preocupes, sé feliz!

En 1953, Watson y Crick revelaron la naturaleza de la doble hélice del ADN . Me parece importante señalar que el descubrimiento de la hélice de ADN fue realizado por una científica, Rosalind Franklin, cuyo principal asesor entregó su investigación (sin su conocimiento) a Watson y Crick, ¡quienes luego se atribuyeron el mérito de su investigación!

Cinco años más tarde, en 1958, Francis Crick publicó un artículo con el título The Central Dogma. El artículo enfatizaba que la información en biología sólo fluye en una dirección: ADN>ARN>Proteína. El público ha sido programado para creer que este flujo de información es cierto. Esta hipótesis se había repetido con tanta frecuencia, que erróneamente se ha interpretado como una verdad científica, aunque nunca fue verificada mediante investigaciones.

La consecuencia de esta creencia es que nosotros, como proteínas, no tenemos poder para ir en contra del flujo de información para influir en nuestro ADN. Nos hacen creer que somos «víctimas» de nuestra herencia, que las enfermedades son hereditarias debido a la herencia genética. Después de enseñar este concepto a estudiantes de medicina durante años, no fue hasta después de dejar la facultad de medicina que busqué la definición de «dogma». Significa una creencia basada en la persuasión religiosa y no en hechos científicos. ¡Ay! Estaba enseñando dogmas religiosos a mis alumnos, una noción desempoderadora que desde entonces ha dado forma a las creencias del público.

En 1967, mi investigación sobre células humanas clonadas reveló que, efectivamente, era el «entorno» el que controlaba la expresión genética. Veintitrés años después, la ciencia reconoció esta verdad y acuñó el término «epigenética» (es decir, «control POR ENCIMA de los genes»). Poco a poco el público está tomando conciencia de este nuevo concepto de empoderamiento. Si bien es posible que no controlemos la información genética que nuestros padres introdujeron en nuestro genoma en el momento de la concepción, podemos controlar la información ambiental que enviamos a nuestras células y que regula la actividad genética.

Desafortunadamente, la ciencia enfatiza que la epigenética está programada por nuestra respuesta a nuestro entorno externo. Si bien esta idea es «parcialmente» cierta, el entorno más importante, el que no se considera, es el entorno celular «dentro» del cuerpo. La información ambiental que controla la epigenética no está directamente relacionada con las condiciones ambientales externas. El ambiente químico dentro del cuerpo está controlado por nuestro sistema nervioso, que traduce e interpreta las condiciones de nuestro mundo externo ajustando la química debajo de nuestra piel.

Este es un punto profundamente importante: la actividad epigenética NO está controlada por el entorno externo; está controlada por nuestras percepciones que regulan el medio químico interno. El sistema nervioso interpreta nuestra visión del mundo basándose en nuestros programas de desarrollo y experiencias de vida. Luego, el cerebro envía la química complementaria de nuestras percepciones a las células del cuerpo que controlan la expresión genética. En consecuencia, son nuestras experiencias de crianza las que anulan nuestra naturaleza, nuestros programas genéticos heredados.

Es a través de la crianza que adquirimos nuestras «creencias]», que controlan epigenéticamente nuestra expresión genética. Por ejemplo, NO existe ningún gen que cause cáncer. El cáncer se deriva de creencias desempoderadoras y autosaboteadoras que envían señales disfuncionales a las células, que a su vez provocan alteraciones epigenéticas inapropiadas y potencialmente mortales. De hecho, más del 90% de las enfermedades se deben a creencias desempoderadoras, mientras que menos del 1% de las enfermedades pueden atribuirse a genes defectuosos.

La profunda conclusión es que el estrés de vivir en el mundo actual es epigenéticamente responsable de la crisis sanitaria del planeta. Quizás el consejo no farmacéutico más importante proviene de la letra de una canción del profeta caribeño Bob Marley, «¡No te preocupes, sé feliz!»

Con Paz, Amor y deseos de tu Empoderamiento Personal,

Bruce

 

Fuente: Bruce H. Lipton, Ph D

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