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Artículo Conciencia

Cuando la conciencia o espíritu decide manifestarse en forma de objeto (un árbol, una ardilla o un coche), no conlleva ningún gran problema. Sin embargo, cuando se manifiesta procurando hacerse consciente de sí misma, eso implica un asunto peliagudo. Me estoy refiriendo a la vida humana, cuando la consciencia o espíritu se manifiesta en forma de ser humano. En este proceso, la consciencia se pierde casi por completo. Los seres humanos son conscientes de sí mismos por naturaleza, pero el precio que paga la consciencia para hacerse consciente de sí misma es siempre, aparentemente, la pérdida de la verdadera identidad.

La conciencia se manifiesta, y esto no conlleva ningún problema, pero después intenta hacerse consciente de sí misma. En este proceso casi siempre comete lo que podríamos considerar un error. Más que un error, es una interrupción del desarrollo que le habría permitido hacerse realmente consciente de sí misma. En esa interrupción, la conciencia se pierde en lo que ha creado y se identifica con esa creación. Esta interrupción recibe el nombre de condición humana.

Cuando la conciencia se olvida de sí misma puede cometer todo tipo de fallos. El primero, casi siempre, es identificarse con lo que ha creado, un ser humano en este caso. Es como si un ola olvidara que forma parte del océano. Olvidaría su fuente. Así que en lugar de ser todo el océano, sufriría el engaño atroz de creerse que no es más que una ola en la superficie del océano. Por consiguiente, se experimentaría de un modo muy superficial. Evidentemente, seguiría siendo consciente de sí misma, pero esta consciencia se referiría a algo increíblemente superficial y limitado. Cuando se identifica con una ola muy pequeña, esta identificación genera todo tipo de confusiones, pues esa ola no es real. Cualquier cosa que no sea real conduce naturalmente al sufrimiento, y la ignorancia es la única causante del conflicto o sufrimiento. En su origen, la identidad es un error muy inocente. Al principio es increíblemente inocente, pero como muchas cosas que comienzan así, al cabo del tiempo las consecuencias no son tan inocentes.

Esto forma parte de la condición humana. Aparentemente se trata de una parte del desarrollo evolutivo que experimenta la conciencia de un ser humano. Si piensas en el desarrollo del ser humano, por ejemplo, verás que naces, pasas por la infancia y la adolescencia y, con suerte, si lo superas (cosa cuestionable), te conviertes en un adulto. Podrías mirar atrás y decir: «Vaya, cuando tenía diez años yo era verdaderamente estúpido, y con diecisiete era todavía más bobo. Después, en algún momento entre los veinticinco y los cuarenta y cinco años, creo que me volví más listo». Podrías mirar atrás y considerar todas estas primeras fases del desarrollo como errores que no deberían haber ocurrido, pero eso sería una mala interpretación de los hechos. Todo eso conformó una fase natural del crecimiento.

En términos espirituales, la condición humana forma parte de una fase natural de la evolución de la conciencia, que intenta hacerse consciente de sí misma a través de una forma. Se cree que es la forma, en lugar de la fuente de esa forma. Cuando comete este error de identificación, experimenta el enorme engaño de la separación. De ahí procede el aislamiento que la mayoría de los seres humanos sufren en su corazón, independientemente de cuántas personas les rodeen o de cuánto les quieran. Se sienten solos porque se creen diferentes y piensan que están separados del resto del mundo.

Afortunadamente, esto no es más que una interrupción del desarrollo de la conciencia. Aunque existe desde hace eones, en realidad la condición humana es una interrupción. Cuando despertamos de esa interrupción, lo que implica que la conciencia evoluciona a través de una forma humana, la evolución es tan grande que vamos más allá de la interrupción de la separación, como cuando un niño madura y se convierte en adulto. Decimos que el ser humano que despierta está liberado.

¿Liberado de qué? La conciencia se libera del error, de la falsa identificación y de la separación. La conciencia o espíritu es sabia y muy astuta. Como ser humano, tiene muchas cosas a su disposición. Cuando las formas humanas no son conscientes, la evolución no puede acelerarse ni decelerar (desacelerar); seguirá la velocidad que tenga. Sin embargo, cuando la conciencia se hace consciente de sí misma en el ser humano, establece una dinámica muy interesante, que no está disponible para ninguna otra forma de vida planetaria. La dinámica consiste en que cuando la conciencia se despierta del engaño de la separación, entonces puede usar esa forma para despertar en un sentido mucho más amplio. Cuando despierta al hecho de que no es sólo una ola, sino todo el océano, entonces puede utilizar la ola para distribuir el mensaje (para que las otras olas contemplen la posibilidad de despertar).

En los seres humanos, esta evolución puede experimentar una increíble aceleración, pues la conciencia participa en una confabulación. Cuando se despierta en una forma, ya no tiene que esperar a madurar naturalmente en el resto de las formas. Cuando esa forma se relaciona con otra, la conciencia despierta se relaciona con la conciencia dormida. Entonces, la conciencia dormida tiene muchas más probabilidades de dar este gran salto al despertar. Así es como juega la conciencia en el satsang (asociación con el sabio). Todo gira en torno a esto.

Estudiante: No me he sentido muy bien desde que salí de mi último retiro. He estado examinando muchas emociones dolorosas que llevaba reprimiendo durante años, y no ha sido agradable. He estado observándolas para aprender de ellas y poder quemarlas después. No es divertido.

Adyashanti: No era lo que esperabas, ¿verdad?

Estudiante: Verdad. Hice lo que sugeriste: descubrí esa parte de mi interior que sabe, rotundamente, que todo está bien. Y me sumergí en esa confianza plenamente. Al sentir que todo estaba bien, descubrí una tremenda sensación de poder que se mezclaba con estas horribles emociones de rabia y dolor que siguen surgiendo.

Pero ahora que estoy mejor situado, siento que he perdido la sincronización, en cierto modo. Es como si fuese un adolescente difícil, como si mi voz estuviese cambiando, unas veces de una forma y otras veces de otra. Antes no necesitaba reloj. Me daba igual llegar temprano o tarde; siempre llegaba en el momento adecuado para que todo fuese perfecto. Y si surgía alguna situación concreta, siempre comprendía de inmediato por qué estaba sucediendo, y sabía lo que debía hacer en esa situación, cómo podría beneficiar a todo el mundo; podía verlo todo.

Pero ahora, aunque la energía, las sensaciones positivas y la confianza sigan ahí, estoy perdiendo ese sincronismo. Si has estado mejor situado y, después, tu situación se deteriora durante un tiempo, eso duele mucho, pues aunque ya no sigas en la buena situación, sabes lo que es. ¿Tienes algún consejo para alguien que esté atravesando la fase de adolescente difícil en su encarnación?

Adyashanti: En primer lugar, tienes que tener una idea clara del contexto. Aunque consigamos alcanzar una comprensión profunda, maravillosa y muy liberadora, después solemos cometer un fallo: cuando dejamos de experimentar el sincronismo o alguna otra experiencia maravillosa, creemos que perdemos algo. De hecho, ésa es una interpretación particular que rara vez examinamos.

Lo que sucede se parece a la experiencia del ser humano al atravesar las distintas fases del desarrollo. ¿Te acuerdas de la época entre los doce y los trece años, cuando estabas llegando a la adolescencia, dejando la infancia atrás? Todo lo que te parecía tan maravilloso en la infancia dejó de estar a tu disposición. Lo que era divertido dejó de ser tan divertido, pero las nuevas formas de disfrutar de la vida aún no eran muy obvias. Era difícil, y cometías errores, si es que podemos llamarlos así. Puedes retroceder y observar esa época, y la comprenderás con bastante claridad. No es que dejaras de adaptarte a la niñez, lo que sucede es que empezaste a superarla. Mientras seguías creciendo, la ibas dejando atrás. No era cómodo, pues era la única forma de vida que habías conocido hasta ese momento. No obstante, aún no eras un adolescente hecho y derecho. Cuando abandonas la adolescencia para convertirte en adulto, sucede exactamente lo mismo. Tal vez sea incómodo, pero no estás cometiendo ningún error. Cuando ves todo esto en retrospectiva te das cuenta de que era el resultado de las fases del desarrollo. En vez de languidecer en la niñez o en la adolescencia, las trascendiste.

A nivel espiritual podrás alcanzar lugares maravillosos, pero si no son totalmente ciertos, al cabo del tiempo se quedarán pequeños. Dejar esos lugares no es cómodo, pues ahí es donde te sentías bien, pero los nuevos aún no se han manifestado. Entonces solemos malinterpretarlo y, en vez de ver que hemos llegado a un límite, creemos que la maravillosa comprensión que habíamos conseguido está deteriorándose. Para madurar hay que dejar atrás las primeras fases, y si en vez de darte cuenta de que las estás trascendiendo crees que se han deteriorado, todo se hace mucho más difícil. Son interpretaciones completamente distintas. Con la primera tratas de aferrarte a lo antiguo o de volver a lo anterior. Con la segunda miras atrás por encima del hombro y le das la despedida a la experiencia agradable sabiendo que va a surgir algo más maduro.

Creo que este contexto te ayudará, pues verás que la interpretación que le des a tu experiencia es vital, y te darás cuenta de que la mente está condicionada para dar interpretaciones incorrectas. Una interpretación equivocada genera más sufrimiento y hace las cosas más difíciles de lo necesario. Si lo comprendes, dejarás de aferrarte a lo que tuviste una vez y te interesarás más por lo nuevo desconocido. Esto es, realmente, lo mejor que puedes hacer, nada más.

Estudiante: Creía que lo estaba haciendo, hasta que llegó un momento en el que veía tantas emociones negativas que toqué una especie de techo. Es muy difícil seguir ilusionado cuando llevas así muchos meses.

Adyashanti: Pero no se trata de estar ilusionado. No me refiero eso, necesariamente. Lo que suele ocurrir es que si surge algo negativo en la experiencia, toda nuestra atención se desplaza ahí como si fuese un rayo láser. Imagina que estás deprimido. Como en casi todo el mundo, tu atención se concentrará ahí y lo que formaba parte de una experiencia entre muchas, muchas cosas, se convertirá de pronto en un problema, pues te centrarás en él y te parecerá la única parte importante de tu experiencia. Esto sucede únicamente porque la mente elige centrarse en la depresión y, aunque no sea más que una experiencia entre muchas, pasa a convertirse en lo único que está pasando.

Estudiante: Entiendo que las sensaciones negativas son un aspecto muy pequeño de mi ser, pero también es cierto que antes no las veía. Surgieron, las analicé antes de que se hicieran conscientes, y después pasaron a una especie de limbo. Pero no estaban muertas. Simplemente estaban ahí, anuladas.

Entonces la conciencia empezó a detectarlas cuando todavía no habían sido enterradas. Reconocer estas cosas antes de juzgarlas, antes de que volvieran al inconsciente, constituyó una nueva lección. Si ésa es la lección, ¿cómo podemos evitar quedarnos atrapados en esas sensaciones difíciles cuando aparecen?

Adyashanti: Bien, es como si llenásemos esta pared de puntos negros. Los puntos tendrían un área de dos centímetros, estarían separados entre sí por unos seis u ocho centímetros y toda la pared estaría cubierta por puntos. Cuando entrásemos en la habitación, lo primero que veríamos sería todos esos puntos, ¿verdad? «¡Dios mío, esta habitación está llena de puntos!». Pero en realidad no está cubierta de puntos. Hay mucho más espacio en blanco que puntos. Si redujésemos considerablemente el tamaño de esos puntos, hasta que tuviesen el tamaño de un alfiler, seguiríamos detectándolos y continuaríamos pensando que la pared estaba llena de puntos. Pero en realidad hay más espacio en blanco que puntos. Lo que sucede es que la atención se dirige a los puntos.

Cuando empiezas a despertarte, todos los materiales anulados comienzan a aparecer y la atención se suele concentrar en ellos. Evidentemente, cuando la conciencia lo hace, en lugar de ponerse a descansar viéndolo todo como uno, la sensación puede ser bastante horrible. Claro, ahora surgen muchas cosas y, como eres consciente de ellas, puedes dejar que salgan a la luz. Eso no significa que tengas que concentrarte en cada una de las cosas que surgen. Es como si te pusieses a mirar una pared con puntos – dejases que la atención percibiese toda la pared. Fíjate que la pared tiene más espacio en blanco que puntos. No ignores los puntos, pero tampoco ignores el fondo.

Estudiante: Supongo que tenemos que confiar en que, aunque no nos concentremos en las cosas negativas, dejaremos de reprimirlas. Debemos confiar en que esto suceda de forma automática.

Adyashanti: Eso es. Para reprimirlas tendrías que chocarte con ellas. Eso es lo que hacías antes. Las empujabas al fondo. Pero ahora puedes ver conscientemente cómo surgen, ¿no? Lo único que tienes que hacer es percibirlas: «Oh, están apareciendo conscientemente». Eso significa que no estás reprimiéndolas.

Estudiante: No tengo que esperar a que se disuelvan. No tengo que ver cómo se disuelven. Puedo percibirlas y prestar atención a otras cosas, dejando que hagan lo que tengan que hacer.

Adyashanti: Eso es. Entonces se restablecerá la armonía. Pero cuando el material suprimido sale a la superficie, casi siempre lo maltratamos, jugueteamos con él o nos ponemos a mirarlo a través de un microscopio.

Estudiante: Nos aseguramos de que lo observamos hasta que desaparece.

Adyashanti: Justo. Como asumes que no debería estar ahí, para poder sentirte seguro y relajado te pones a observarlo hasta que desaparece.

Estudiante: Supongo que creía que si no observaba las sensaciones negativas éstas seguirían haciendo lo que habían hecho hasta entonces. Ahora sé, definitivamente, que no debo seguir viviendo así nunca más. Cuando las detecte podré dejar de aferrarme a ellas.

Adyashanti: Sí. Tenemos que darnos cuenta de que el material suprimido surge de la conciencia, y ahí regresa. Nada es permanente. Es un acontecimiento totalmente impersonal, y en eso reside su belleza. Cuando sabes que eres conciencia, dejas de experimentar represión o apego. Es como si fueses el cielo. No intentas expulsar a las nubes, pero tampoco las agarras para que no te abandonen. Aunque se forme una tormenta con rayos y truenos infernales, ésta no afecta al cielo, debido a su naturaleza. Mientras el cielo recuerde que es cielo, todo dará igual.

Confundirse inocentemente es muy fácil. Es como si estuvieses en el cine viendo una película y, de pronto, los personajes cobrasen vida, te invitasen a participar y tú te metieras en la película. Es como si todo lo que ocurriera en la película tuviese que ver contigo, como si fueras un personaje de la película. Entonces, por alguna misteriosa razón, te despiertas y, de repente, te das cuenta: «Vaya, estoy en el cine con una coca-cola y unas palomitas, y todo el tiempo que me he pasado creyendo que estaba dentro de la película ha sido un error. Estoy aquí sentado viendo una película. Creía que era real, pero no lo es». La conciencia hace algo parecido. Proyecta esta cosa llamada ser humano y se enamora tanto de su creación que se pierde en ella.

Estudiante: Me encuentro en una fase en la que sé perfectamente que estoy viendo la película, pero sería sorprendente que no me quedase atrapado dentro. De pronto, todo lo que me rodea me hace creer que estoy en la película. Sé que estoy sentado en la butaca, pero todas mis sensaciones están en conflicto con ese dato.

Adyashanti: Eso forma parte del proceso de maduración, hasta que aprendas que tus sentidos, tus pensamientos y tus sensaciones no te indican lo que eres.

Estudiante: No podemos confiar en ellos.

Adyashanti: Nada de lo que pienses o sientas sobre ti mismo tiene que ver contigo, nada. Así que sigue siendo lo que eres, que es nada. Deja que tu material reprimido salga a la superficie y sigue consciente durante todo el proceso. No pierdas la conciencia y no entres en estado de trance. Tampoco te pongas a analizar; simplemente deja que todo lo que quiera surgir salga a la superficie. Cuestiónate todas tus suposiciones e interpretaciones, todos los viejos guiones. No los reprimas, y tampoco los alimentes: limítate a quedarte en silencio, hazte preguntas y permanece consciente.

El proceso necesario para evitar que nos quedemos atrapados en las ilusiones implica que dejemos de referirnos a nuestros pensamientos y sentimientos. La sabiduría consiste, en gran medida, en dejar de hacer referencia a los pensamientos y a los sentimientos positivos. Estamos más que dispuestos a alejarnos de los negativos. Pero cuando nos encontramos con la dicha, con el éxtasis, con la alegría, con la liberación de la verdadera revelación y con todas las emociones que consideramos espirituales, nos decimos: «Ése soy yo. ¿Cómo sé que soy yo? Debo ser yo porque me siento muy bien. Siento dicha, éxtasis y alegría. Por eso sé que soy yo, sé lo que soy y sé que estoy a salvo». Pero sigues dependiendo de la percepción. Si dependes de las percepciones sensoriales para saber quién eres, antes o después las sensaciones te mostrarán su otra cara, el lado negativo, y entonces dirás: «Dios mío, estoy atrapado».

La madurez consiste, entre otras cosas, en abandonar conscientemente las percepciones positivas, no sólo las negativas; en apartarse del contexto global que te decía quién eras y qué eras. Entonces comprenderás que experimente lo que experimente este cuerpo-mente, tú eres el espacio de consciencia en el que esas experiencias tienen lugar. La experiencia no importa. Pero cuando te das cuenta de que esto es así, el cuerpo-mente normalmente refleja esta sabiduría sintiéndose muy bien. No obstante, aunque se sienta muy bien y lleno de dicha, podrá seguir sucumbiendo a la seducción de identificarse con esas sensaciones agradables. En cuanto te seduzcan y creas que te pueden decir algo de lo que eres, en cuestión de tiempo volverás a verte atrapado en la separación.

La mente quiere aterrizar, desea fijarse a algo, aferrarse a un concepto, pero sólo seremos verdaderamente libres cuando ya no nos aferremos a nada. La verdadera madurez está ahí, y es una de las cosas más difíciles para aquellas personas espirituales que han tenido revelaciones profundas y auténticas. Se trata de aceptar el grado de entrega necesario para soltarse, literalmente, de todas las experiencias y de todas las referencias personales. Las grandes revelaciones casi siempre llevan implícito un algo que quiere reivindicar que «yo soy esto». Cada vez que reivindicas «yo soy esto», lo único que haces es reivindicar otra percepción, otro pensamiento, otra emoción o sensación.

Con el tiempo, cuando pasas por esto las veces suficientes, la mente lo entiende en el nivel más profundo y se relaja por completo. Cuando la mente se relaja, sabes quién eres y lo que eres en todo momento, aunque no puedas definirlo, ni describirlo o hablar de ello. Simplemente lo sabes porque lo eres. Es la máxima liberación de la identidad y la separación.

Estudiante: Has estado hablando de liberar la parte personal, pero me parece que esto también se podría aplicar a la meditación. Cuando medito llego a un lugar en el que estoy despierto, pero no percibo nada, y enseguida me digo: «¿Qué es lo que estoy dejando de detectar?». Entonces la mente se pone a dar vueltas. Así que me sirve de mucho saber que cuando no tengo pensamientos estoy donde debería permanecer el máximo tiempo posible.

Adyashanti: No necesitas intentar quedarte ahí, pues en realidad nunca has estado en otro sitio. Te des cuenta o no, ahora mismo estás despierto. Estás tan despierto como cuando meditas. Esa iluminación o atención es tan consciente de que mi voz está hablando ahora como de cualquier otra cosa. Es completa y plena, y nunca será más de lo que ya es. Ya está ahí. Por esa razón todos los maestros espirituales han dicho siempre que ya estamos iluminados, lo que ocurre es que no lo sabemos.

Así que la pregunta se convertiría en ¿cómo lo sé? Tienes que empezar a cuestionarte profundamente todo lo que crees sobre ti. Tenemos muchas ideas sobre quiénes somos y lo que somos, pero cuando las cuestionamos se desmoronan enseguida. Entonces llegamos a un punto en el que no sabemos quiénes somos. Y al final estamos seguros de que no lo sabemos en absoluto.

Te das cuenta de que todas las definiciones que tienes sobre ti no son más que un concepto y, por tanto, una mentira. La mente se detiene por la mera razón de que no tiene adonde ir. Evidentemente, esta parada no se puede practicar, porque cualquier práctica para detenerse no sería más que una farsa. La parada sucede como resultado de la visión, de la sabiduría, de la comprensión, y de nada más. No es una técnica. Por eso éste es el camino de la sabiduría. Cuando la mente comprende sus propias limitaciones, se detiene naturalmente. La mente sigue intentando encontrarse sólo cuando está bajo la ilusión de creerse que puede hacerlo. Cuando comprende que no lo puede hacer se detiene, pues entonces sabe que no hay nada que hacer.

Al decir que la mente se detiene, no quiero decir, literalmente, que todos los pensamientos desaparezcan. Ese no es el resultado de la mente que se detiene. Lo que hace es dejar de interpretar la realidad. Entonces te quedas con una realidad en bruto, sin deformaciones. Es la experiencia de la libertad profunda y liberadora. Te alivias de un gran peso. Tus pensamientos no tienen que dejar de pasar por tu mente. No necesitas cambiar nada. Tu mente sólo tiene que hacer una cosa: contemplar con mucha curiosidad la pregunta «¿qué soy yo realmente?». La contemplación de esta pregunta te llevará, precisamente, más allá del pensamiento.

Si te preguntases ahora mismo «¿quién soy yo?», ¿qué es lo primero que dirías?

Estudiante: ¿Lo primero que diría? Que soy la definición que me he dado siempre.

Adyashanti: ¿Eso significa que en realidad no lo sabes?

Estudiante: Sí.

Adyashanti: Así que sabes que no lo sabes. Ésa es una revelación increíble en sí misma. Casi siempre dejamos de verla, pues todo el mundo está tremendamente seguro de quién es. Tal vez no lo estuvieses pensando hace cinco minutos, pero en realidad te sentías bastante seguro a nivel emocional y actuabas como si supieras quién eres. Cuando un ser humano se puede hacer esta pregunta seriamente y contesta la verdad, que no lo sabe, en vez de pretender que sí lo sabe, esto tiene una importancia increíble. La alfombra oculta una verdad inmensa que casi siempre permanece escondida. Cuando te haces consciente de que «no sé quién soy», la firmeza desaparece de los cimientos de tu vida.

Cuando llegas a lo desconocido, no has cometido ningún error. No tienes que saber nada, pues eso te llevaría precisamente a la mente y generaría un interminable círculo vicioso. La auténtica liberación está más allá de la mente. Cuando llegas a lo desconocido, en realidad estás a las puertas de la liberación. Lo único que tienes que hacer es sumergirte en el hecho de que no lo sabes. Nos pasamos la vida creyendo que lo sabemos, de forma consciente o inconsciente, y en eso radica toda nuestra experiencia. ¿Cuál es la experiencia del no saber? ¿Cómo te sientes realmente al no saber?

Estudiante: No lo sé, pero me siento genial pensando que no lo sé.

Adyashanti: Bien, acabas de contestarte. Te sientes genial, ¿no es así? Si no te pones a escuchar a la mente diciendo «oh no, necesito saber», y no te asustas; y si acudes directamente a tu sensación, verás que te sientes muy bien, que te sientes muy liberado, desde el principio. No saber es un alivio, pues lo que creías ser es lo que generaba todos los problemas. Es lo que cargaba con todo el peso. Ahora te cuestionas todo eso: ¿qué pasa si estabas equivocado? El mero hecho de pensarlo es estimulante, ¿no?

Estudiante: Tengo ganas de llorar, me siento tan bien.

Adyashanti: ¡Bien! Pues ve justo ahí. Pon tu atención precisamente ahí, eso es todo lo que tienes que hacer. «¿Cómo te sientes al no saber? ¡Oh, es tan maravilloso!» Limítate a descansar ahí. No llegarás al conocimiento sabiendo, sino no sabiendo. Estarás a un millón de kilómetros de todo lo que sabes, cada vez a más profundidad, lo que implica que estarás más allá de la mente. Entonces lo verás en un instante, y lo sabrás.

Estudiante: Podría quedarme atrapado en el placer del no saber.

Adyashanti: Alcanzarás sabiduría por el mero hecho de descansar en el no saber. Es una paradoja. Cuanto más descanses en el no saber, lo que implica no aferrarse nunca a la mente, más directa será tu experiencia de sabiduría. Surgirá en un instante.

Nos pasamos muchas vidas danzando junto a las mismísimas puertas de la libertad. Hacemos piruetas en el descansillo y nunca sabemos bien quiénes somos. Bastará un chasquido, una vuelta más de ese nudo, para obtener sabiduría, eso es todo. Es tan fácil. No es difícil. Lo que ocurre es que la gente no sabe adonde ir. En cuanto sabes adonde ir y tienes el coraje de ir ahí, es fácil. Dirígete hacia lo desconocido, experimenta lo desconocido, sé lo desconocido. Todo el conocimiento verdadero se despierta en lo desconocido.

 

Tomado del libro La Danza del Vacío – Capítulo 9.

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