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Artículo Satsang

Venimos aquí para reconocer la Verdad que es eterna. Estar en satsang conlleva relacionarse con la Verdad. Si somos capaces de comprender esto, nos podremos reunir aquí con una intención común.

Cuando vienes al satsang para relacionarte con la Verdad, estás deseando preguntar «¿quién soy yo?» o «¿qué soy yo?», sin ningún papel ni guion, sin la historia de lo que tú eres, liberándote del guion de tu vida. Toda sensación de identidad va asociada a un guion. Algunos de los papeles de esos guiones podrían ser «soy el que triunfa» o «soy el fracasado» o «soy aquel al que nunca le funcionan las relaciones» o «soy el buscador espiritual que ha tenido muchas experiencias espirituales». Todos tenemos un papel determinado y nos contamos historias en relación a ese papel. Pero no somos ni nuestros papeles ni nuestras historias.

La belleza del satsang reside en que te da la oportunidad de despertar de tu historia. Cuando empiezas a ver la Verdad, reconoces que no es una abstracción, que no está separada de ti y que no es algo que puedas aprender en un futuro. Descubres que tú eres la Verdad, sin historia ni guion, en este preciso instante.

La verdadera bendición de este encuentro es que te da la oportunidad de pararte en este preciso instante, no al día siguiente. El despertar a la verdad de tu ser no sucederá en ningún tiempo venidero. No es una cuestión de prepararse, de ganarlo o de merecerlo. El despertar es un cambio radical de identidad. Crees que eres tú, pero no es así. Eres un ser eterno. El momento del despertar es éste. No mañana. Ahora.

Cuando el yo empieza a darse cuenta de por qué está aquí en el satsang, piensa lo siguiente: «Éste no es lugar para mí. Yo creía que iba a obtener algún beneficio por venir, pero no hay ninguno». Ir a algún sitio o hacer algo sin obtener ningún beneficio es una idea revolucionaria para cualquiera de nosotros. No hay nada malo en obtener beneficios de vez en cuando. Pero al satsang venimos a ver que nuestra felicidad y nuestra libertad no tienen nada que ver con la obtención de beneficios. Sin embargo, tienen mucho que ver con que nos demos la oportunidad de experimentar cómo nos sentimos en este preciso momento sin ninguna estrategia, ni siquiera la de librarnos de cualquier estrategia. Podemos detener todo tipo de estrategias.

Le damos la bienvenida a la experiencia directa de la disolución de mi yo y la felicidad que surge de ahí. Esa sensación de disolución se queda, casi siempre, ignorada y oculta; ni siquiera hablamos de ella, y tampoco la reconocemos. Sin embargo, aquí podemos hacernos la pregunta «¿qué soy yo y quién soy yo ahora, sin mi historia, sin mi deseo actual, sin mi guion?». Si la mente pudiese decir algo, contestaría «no lo sé», pues la mente no sabe estar disuelta, no sabe qué o quién es sin su papel o sin su personaje.

El actor que interpreta todo esto recibe el nombre de «yo». Incluso cuando vamos al satsang de buena gana o cuando nos sentimos llamados a asistir, ese actor sigue presente y lo que la mente suele decir es «estoy aquí». Pero si miramos qué hay detrás de ese «estoy aquí», es como si estuviésemos gritando en una habitación vacía; oímos un eco, «estoy aquí», y eso es lo único que encontramos cuando miramos. ¿Quién? «Estoy aquí.» ¿Quién?

Entonces empiezas a relajarte todavía más, dejas de engancharte al sutil juego de creerte un actor con un papel. Comienzas a ver que sólo se trata de una narrativa. Si miras de verdad, tendrás la magnífica oportunidad de disolverte, pues descubrirás que ahí no hay ningún actor, no hay nadie.

Si te disuelves de esa manera, permitirás que la experiencia sin palabras se haga presente. Se trata de la experiencia sin palabras del ser, y podrás experimentarla por ti mismo. Te darás cuenta de que no se trata de ningún guion ni de ningún papel; no sigue agenda alguna y no le pide nada al momento presente. Tú tampoco eres el actor. Lo que tú eres es previo a la idea que tienes sobre ti.

A menudo asumimos que lo que tú eres, sin tu papel, está oculto en alguna parte. Por tanto, si te deshaces de tu papel, si vas más allá del personaje llamado «yo» y alcanzas la verdad de tu ser, tal vez pienses que tienes que encontrar algo o a alguien oculto. «No hay nadie ahí, pero de todas formas seguiré buscando, seguiré buscando al Ser, a la Verdad, a mi yo iluminado». La búsqueda de tu yo iluminado no es más que otro papel, otro guion. Forma parte del guion del buscador espiritual. Si te deshaces de ese guion, ¿ahora qué eres? Evidentemente, si quiero que te preguntes quién eres es porque estás viviendo la respuesta en este preciso instante. Nada de lo que pudiera decirte podría sustituir esa vivencia de la respuesta. Por eso se ha dicho tantas veces que sólo están despiertos aquellos que no saben quiénes son. El resto del mundo sabe quién es. Son su guion, sea el que sea, aunque ese guion sea el de «no estoy despierto». Despertar es no tener ningún guion, es saber que un guion no es más que un guion, a fin de cuentas, y que una historia no es más que una historia.

Existe un estado de la mente en el que ésta se dice: «No tengo ni idea de quién soy», pues es incapaz de encontrar el guion adecuado. La iluminación es la realización que tiene lugar cuando la mente dice: «Me rindo. No tengo ni idea de quién soy». Cuando empieces a comprender esto, te darás cuenta de que, si te apartas de tu guion, si dejas de creerte alguien diciendo algo y te deshaces de estos papeles por un momento, dejarás de ser quien creías ser. Acudir al satsang implica una revolución para esta idea del «yo», pues el yo cree que encontrará la felicidad cambiando de guion, de papel, de identidad (aunque ésta consista en no tener ninguna). Hará lo que sea para que la pelota llamada «yo» siga rodando.

Nuestra cultura espiritual se ha vuelto muy confusa. Cada vez contamos con más conceptos espirituales sutiles. Muchas personas han sustituido las viejas y pesadas nociones de Dios y el pecado por los conceptos de conciencia y condicionamientos, que resultan un poco más suaves. La espiritualidad moderna se encuentra ante estos conceptos extremadamente abstractos. Cuanto más abstractos son los conceptos, también son más transparentes. No es fácil elaborar una imagen de la conciencia que podamos poner sobre el altar. Tu altar se vacía continuamente. Si quieres ver la Verdad, no pongas nada ahí. El mejor altar sería un altar vacío.

Sin embargo, si te identificas con los conceptos abstractos, éstos también podrán atraparte, lo que impediría que tu mente se disolviera. Aunque tengas una experiencia de iluminación repentina, la mente entrará fácilmente en este espíritu de conciencia viva, le pondrá un sello y lo convertirá en algo: «Esto es iluminación, o conciencia, o atención, o el Ser». Con tal de no disolverse, la mente le pondrá cualquier nombre. Por consiguiente, a no ser que los cojamos con pinzas, los conceptos más sagrados también pueden convertirse en una forma sutil de defenderse de ese estado presente del ser que no puede ser encasillado en ningún concepto.

Si nos preguntamos: «¿Quién soy yo sin mi concepto del yo? ¿Quién soy yo sin mi yo?», lo que no tiene palabras ni conceptos podrá abrirse enseguida. Permite esa experiencia, pues es la respuesta viva a las preguntas de «¿quién soy yo?» o «¿qué soy yo?». La respuesta no es ningún concepto muerto, tiene vida. ¡Está viva! En este preciso instante de radiante iluminación, un misterio se abre paso permanentemente, a cada momento. Este estado vivo del ser, independientemente del nombre que le pongas, es lo único que has sido desde siempre, lo único que siempre serás y lo único que eres ahora mismo. No eres un ser humano, eres un ser con apariencia humana.

La verdadera búsqueda es como una pregunta infantil: «¿De verdad soy esto?». No lo pienses y disuélvete cada vez más en la pregunta. Cuanto mayor sea tu sinceridad a la hora de entrar en lo desconocido, mayor será tu disolución. ¿Te has dado cuenta de que la mente no sabe qué hacer? Date la oportunidad de tener esa sensación de no saber y no hagas nada por disolverte. Percibe la radiante iluminación que se encuentra justo en el centro. Misteriosamente, cuando te des la oportunidad de reconocer esa conciencia, podrás despertar y te darás cuenta de que tú eres esa conciencia.

Cuando le des paso a la conciencia, te darás cuenta de que está jugando con tu vida. No sigue la agenda de tu yo, que tiene todas esas ideas sobre los efectos de la iluminación. Tu agenda no tiene ninguna importancia para tu conciencia. Esta última se mueve, no escucha tus deseos, y tú se lo agradeces. Descubres que tiene movimiento propio y comprendes que la verdadera entrega consiste en fluir con ese movimiento. Eso es lo que significa, precisamente, «hágase tu voluntad».

La mente tal vez se preocupe al disolverse y desprenderse de todos sus conceptos y de todos sus guiones. Podría decir: «Quizá no consiga lo que quiero». Sin embargo, ¡qué suerte tienes si no consigues lo que quieres! El despertar no me dio nada de lo que yo esperaba. Creía que iba a resolver muchas cosas. Tenía muchas ideas sobre lo que me iba a aportar. ¡Olvídalo! No es que no consigas lo que quieres, sino que ya no te importa conseguir una cosa u otra. Desde mi despertar, lo único que sucedió es que dejé de esperar nada. Descubrí que la necesidad de cosas para ser feliz no era más que un espantoso sueño.

En el satsang le das la bienvenida al misterio de tu ser. Esto contrasta con el desplazamiento del ser producido por una espiritualidad que define el misterio o lo llena de perlas, de flores y demás, para que parezca un misterio aún más poderoso. El satsang implica una bienvenida, una bienvenida de tal magnitud que la identificación se deshace y surge el misterio: «¡Vaya, pero si yo soy esto! Creía que yo era quien se regía por esa agenda. Creía que era un actor con unos papeles concretos. Creía que era esos papeles». Nada de eso es verdad. Llamamos muerte al momento en el que el papel llamado «soy un ser humano» llega a su fin. Si dejaras que ese papel muriese antes que tu cuerpo y lo pusieses a descansar en este preciso instante, sería mucho más fácil. El satsang te da la oportunidad de despertar para ser lo que eres eternamente y para tener una vida auténtica.

La llamada corre por cuenta de Mi Encuentro Conmigo:

(1) Satsang significa literalmente “asociación con el sabio”. Fuente: Sivananda Yoga Europe.

 

Tomado del libro La Danza del Vacío (2do. Capítulo).

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