
Plano corporal: posibilidad de malformaciones a casi todos los niveles corporales.
Plano de los síntomas: 1. Para el propio afectado (naturalmente): aceptar las limitaciones intelectuales o físicas determinadas por el destino y buscar otros puntos de desarrollo; hacer hincapié en los propios, a menudo cumpliendo las necesidades emocionales; prepararse para tareas y trabajos sencillos; tener que permanecer más tiempo en la infancia y disfrutar del principio de la Luna; 2. Para los padres afectados y los educadores: los niños discapacitados aportan, lo mismo que los sanos, una compensación a lo que les falta, con la tendencia a equilibrar la familia, que para ellos es un pequeño cosmos; una parcialidad, sea cual sea, tiene siempre un contrapeso, las propias ideas y expectativas se corrigen; los niños no son una imagen de sus padres sino que traen algo totalmente propio, inesperado; el niño constituye una tarea totalmente inesperada.
Realización: relativizar las propias exigencias de rendimiento hacia el niño y hacia uno mismo; verificar la confianza en el propio destino; reconocer y admitir que la vida no es, al fin y al cabo, algo planificable; reconocer en el propio destino los componentes de crecimiento y salvación (sanación): temor ante la vida; quien desea un hijo especial lo tiene; quien tiene especial deseos de un hijo, a veces recibe uno que permanece durante más tiempo de lo habitual en la infancia y que necesita en él todas esas atenciones.
Resolución: aceptar la discapacidad y reconocer en ella una posibilidad; aprender a hacer las cosas sencillas y esenciales con amor en lugar de con la razón o la habilidad; reconocer como una posibilidad el “Ora et labora” (“reza y trabaja”) de los benedictinos.
Relación con los principios elementales: Luna / Plutón.
Tomado del libro La Enfermedad Como Símbolo.
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