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Artículo La Matriz Divina – 4ta. Parte

CAPÍTULO CINCO

CUANDO EL AQUÍ ES ALLÁ Y EL ENTONCES ES AHORA:

SALTANDO LAS BARRERAS DEL TIEMPO Y DEL

ESPACIO EN LA MATRIZ

«El tiempo no es en absoluto lo que parece. No fluye solamente en una dirección, y el futuro existe simultáneamente con el pasado».

Albert Einstein (1879-1955), físico

«El tiempo es lo que evita que todo ocurra a la vez».

John Wheeler (1911-2008), físico

«El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan, demasiado veloz para aquellos que temen, demasiado largo para aquellos que sufren, demasiado corto para aquellos que gozan, pero para aquellos que aman, el tiempo no existe». Con estas palabras, el poeta Henry Van Dyke nos recuerda lo irónica que es nuestra relación con el tiempo.

El tiempo es quizá la más elusiva de todas las experiencias humanas. No podemos capturarlo ni fotografiarlo. Al contrario de lo que podría significar adelantar los relojes en el horario de verano, es imposible guardar un poco de tiempo en un lugar para usarlo más tarde en otro. Cuando intentamos describir el significado del tiempo en nuestras vidas, nos quedamos con palabras que apenas lo calibran de forma relativa. Decimos que algo ocurrió entonces en el pasado, está ocurriendo ahora en el presente u ocurrirá en algún punto en el futuro. La única forma de describir el tiempo es a través de las cosas que ocurren dentro del mismo.

Por muy misterioso que sea el tiempo, ha sido el enfoque de la atención humana por miles de años. Por siglos y siglos hemos trabajado para diseñar y perfeccionar sistemas para contabilizar el tiempo como ciclos, y como ciclos dentro de otros ciclos, por una muy buena razón. Por ejemplo, para saber cuando plantar las cosechas que alimentan toda una civilización, es importante conocer cuantos días, ciclos lunares y eclipses han ocurrido desde la última siembra. Los sistemas antiguos de cronometrar el tiempo mantienen un registro muy preciso de esto. Por ejemplo, el calendario maya calcula los ciclos del tiempo desde el año 3113 A.C. (hace más de 5,000 años), mientras que el sistema hindú de yugas cronometra el progreso de los ciclos de creación que comenzaron ¡hace más de 4 millones de años!

Hasta el siglo XX en el mundo occidental se tenía típicamente un concepto poético del tiempo, como un artefacto de la experiencia humana.

El filósofo Jean-Paul Sartre describió nuestra relación con el tiempo como «una clase especial de separación: una división que reúne». Pero esa visión poética cambió en 1905 cuando Einstein postuló su teoría de la relatividad. Antes de la relatividad, se creía que el tiempo era de su propia experiencia, distinto de las tres dimensiones de altura, longitud y ancho que define el espacio. Sin embargo, en su teoría, propuso que el espacio y el tiempo están íntimamente entretejidos y no pueden ser separados. Es esta unión del tiempo y el espacio, dice él, la que forma un dominio más allá de nuestra familiar experiencia tridimensional: la cuarta dimensión. De repente, el tiempo se convirtió en algo más que en un concepto filosófico casual…, era una fuerza de importancia considerable.

En palabras que brindaron un nuevo significado a nuestra percepción del tiempo, Einstein describió su misteriosa naturaleza, diciendo simplemente lo obvio: «La distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solamente una ilusión obstinadamente persistente».  Con esta poderosa afirmación, Einstein cambió para siempre el concepto que teníamos de nuestra relación con el tiempo. Considere las implicaciones…: si el pasado y el futuro están presentes en este momento, ¿podemos comunicarnos con ellos? ¿Podemos viajar en el tiempo?

Incluso antes de esta osada afirmación de Einstein, las posibilidades que estas preguntas originaban intrigaron a científicos, místicos y escritores. Desde los templos escondidos en Egipto dedicados a la experiencia del tiempo, hasta el estremecimiento causado por la novela clásica escrita en 1895 por H. G. Wells. La máquina del tiempo, ha sido parte de nuestros sueños, el prospecto de tener la habilidad de asegurarnos un viaje en el flujo del tiempo y ha capturado nuestra imaginación. Nuestra fascinación con el tiempo es tan antigua como nuestra existencia, y nuestras preguntas al respecto, parecen infinitas.

¿Es el tiempo real? ¿Existe sin nosotros? ¿Hay algo en nuestra conciencia que hace que el tiempo tenga significado? Si así es, ¿tenemos el poder o el derecho de interrumpir su avance lo suficiente como para atisbar el futuro… o quizá visitar o comunicarnos con las personas del pasado? ¿Podemos contactar otros reinos e incluso otros mundos con quienes compartimos el presente?

A la luz de relatos tales como el que veremos en la siguiente sección, la frontera entre «aquí» y «allá» se vuelve menos clara, invitándonos a reconsiderar lo que realmente el tiempo significa en nuestras vidas.

UN VIAJE DESDE MÁS ALLÁ DEL TIEMPO

En el poderoso libro de Yitta Halberstam y Judith Leventhal titulado Small Miracles: Extraordinary Coincidences from Everyday Life, encontramos una fascinante historia sobre el poder del perdón. 2 Aunque he hecho lo posible por capturar la esencia de este inspirador relato, lo animo a que lo experimente en su totalidad en el texto original. Lo que hace tan interesante esta historia, y la razón por la cual la transcribo aquí, es que este caso de perdón es tan poderoso que transciende el tiempo.

La noticia de la muerte de su padre conmocionó a Joey. No se hablaban desde que éste había cumplido los 19 años, cuando se había cuestionado las creencias judías tradicionales de su familia. Para el padre de Joey, no podía haber mayor deshonra que sentir dudas de una filosofía honrada por tanto tiempo. Había amenazado a su hijo con terminar la relación entre ellos a menos que él aceptara sus raíces y dejara de cuestionarse. Joey había sentido que no podía aceptar las exigencias de su padre, y abandonó el hogar para explorar el mundo. Él y su padre jamás habían vuelto a hablarse desde entonces.

Fue en un pequeño café en la India en donde un amigo encontró a Joey y le transmitió las noticias sobre la muerte de su padre. Regresó de inmediato a su hogar y comenzó a explorar su legado judío. Profundamente emocionado por las nuevas revelaciones respecto a su procedencia y a la de su padre, Joey se encontró haciendo planes para realizar una peregrinación personal a la tierra en donde comenzaron las tradiciones de su familia, entonces, inició su camino hacia Israel. En este momento la historia da un giro profundo y místico que nos ofrece revelaciones sobre el poder de la Matriz Divina.

Joey se encontraba en el Muro de los Lamentos en Jerusalén, parte de una antigua muralla que permaneció en pie después de la destrucción del templo hace casi 2,000 años. Ahí es donde los judíos ortodoxos acuden todos los días a venerar a Dios, repitiendo las palabras de las mismas oraciones que han sido declamadas por siglos.

Joey le había escrito a su padre una nota, declarándole su amor y pidiéndole perdón por el dolor que le había causado a su familia. Siguiendo la costumbre, había planificado dejar su nota en una de las muchas hendiduras y grietas que se han ido formando con la caída del cemento entre las piedras. Fue entonces cuando Joey encontró el lugar justo para dejar su nota que algo increíble ocurrió, algo que no tiene explicación racional ante los ojos de la ciencia occidental tradicional.

Tan pronto Joey colocó su nota en el muro, otro papel cayó de repente de entre las piedras aterrizando justo a sus pies. Era una oración que otra persona había escrito y colocado en el muro, semanas o quizás meses antes. Cuando Joey se agachó a recoger el papel enrollado, lo embargó una extraña sensación.

Cuando abrió la nota y comenzó a leer su contenido, reconoció la escritura, ¡era la de su padre! La nota que Joey sostenía en sus manos había sido escrita por su padre y había sido depositada en el muro antes de su muerte. En ella, él declaraba el amor por su hijo y le pedía perdón a Dios. En algún momento de un pasado no muy lejano, el padre de Joey había viajado exactamente al mismo lugar en donde su hijo se encontraba en ese preciso momento.

En un giro irónico de sincronismo, su padre había colocado su oración exactamente en el mismo lugar del muro, en donde había permanecido hasta el momento en que Joey llegó ahí.

¡Que historia tan poderosa! ¿Cómo pudo haber ocurrido algo tan extraordinario? Obviamente, debe haber algún tipo de comunicación entre las realidades y los mundos. Joey vive en el dominio del presente que llamamos «nuestro mundo». Aunque su padre ya no estaba vivo, el judaísmo cree que sigue existiendo en otro dominio, en el hashamayim o cielo, el cual reside más allá de nuestro mundo. Se cree que ambos dominios coexisten en el presente y están en comunicación mutua.

Aunque los mecanismos exactos de cómo llegó el mensaje del padre de Joey a sus manos siguen siendo un misterio, una cosa es cierta: para que Joey haya recibido una indicación de que su padre seguía en contacto con él, debe haber algo que los conecta, un medio que provee el contenedor de ambos dominios de experiencia. La Matriz Divina es ese medio, se ajusta a la descripción del lugar que los antiguos llamaron cielo: el hogar del alma que contiene el pasado, el presente y el futuro.

A través del puente de la Matriz Divina, algo hermoso y precioso transpiró entre Joey y su padre. Trascendiendo el tiempo, el espacio y (en esta historia) incluso la vida y la muerte, ocurrió una comunicación que permitió que se sanaran un padre y un hijo, y que dieran por terminado un asunto doloroso. Debemos ver incluso con mayor profundidad nuestra relación con el espacio que crea el aquí y el allá, y con el tiempo que permite el entonces y el ahora, para comprender cómo ocurre esto y por qué.

CUANDO AQUÍ ES ALLÁ

Si nuestro universo y todo en él están verdaderamente contenidos en la Matriz Divina, como lo sugiere el experimento, entonces pronto podríamos descubrirnos redefiniendo nuestras ideas sobre el espacio así como sobre el tiempo. Incluso, podríamos descubrir que las distancias que parecen separarnos de los demás y de nuestros seres queridos, solamente separan nuestros cuerpos. Como vimos en la historia de Joey y su padre, algo en nuestro interior no está limitado por las distancias ni está sujeto a las leyes tradicionales de la física.

Aunque estas posibilidades pueden sonar como materia de ciencia-ficción, también son el tema de estudios serios y de investigaciones científicas, tan serios, de hecho, que durante los últimos años de la Guerra Fría, tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética dedicaron tremendas cantidades de dinero y de investigaciones para comprender precisamente qué tan real es la Matriz que todo lo conecta. Específicamente, las potencias deseaban saber si era posible navegar grandes distancias a través de la Matriz usando la visión interna de la mente, las habilidades psíquicas de cierto tipo de telepatía llamada visión remota. Los resultados pueden sonar sorprendentemente similares a algunas películas populares de años recientes, y pueden ser muy fácilmente la base idéntica de sus tramas. Los experimentos también hacen que la línea ya borrosa entre la realidad y la ficción, sea todavía más confusa.

En 1970 los Estados Unidos comenzaron oficialmente a investigar la posibilidad de usar métodos psíquicos para «navegar» en la Matriz y ver tierras distantes y objetivos enemigos. Entonces la CÍA subvencionó los primeros experimentos usando personas psíquicamente sensibles, como los empáticos (individuos capaces de percibir las experiencias de otros sin recibir señales verbales ni visuales), para enfocar sus mentes en lugares confidenciales. 3 Una vez que lograron hacerlo, fueron entrenados para describir lo que encontraban con detalles cada vez mayores. Bajo la sigla de SCANATE, según la frase del inglés correspondiente a «escáner por coordenadas», este programa fue uno de los precursores, que condujo a los estudios ahora famosos sobre visión remota en el Instituto de Investigaciones en Stanford (SRI por sus siglas en inglés).

Aunque en algunos aspectos, la visión remota puede parecer un poco «estrambótica», en realidad está basada en los principios cuánticos del sonido, algunos de los cuales ya han sido explorados en este libro. Incluso los expertos reconocen que nadie sabe exactamente cómo funciona la visión remota. En general, su éxito se atribuye a la idea de la física cuántica, de que aunque las cosas pueden lucir sólidas y separadas ante nosotros, existen y están conectadas a todo lo demás como un campo universal de energía. Por ejemplo, cuando sostenemos una hermosa concha de mar en nuestra mano, desde una perspectiva cuántica, hay una parte energética de la concha que está en todas partes. Puesto que nuestra concha existe más allá del lugar local en donde la tenemos en nuestra mano, se dice de ésta que es «no local».

Un número cada vez mayor de científicos acepta la evidencia experimental de que el universo, el planeta e incluso nuestros cuerpos, son no locales. Estamos en todas partes y siempre. Como afirmaba Russell Targ en el Capítulo 4, aunque podamos estar físicamente separados unos de los otros, aún así podemos estar en comunicación instantánea, y de eso es de lo que se trata la visión remota.

En efecto, se les enseñó a los espectadores del programa SCANATE a estar conscientes en sus sueños, o sea a tener sueños «lúcidos». En este estado alterado, le dieron a su conciencia la libertad de enfocarse en lugares precisos. Estos lugares podían estar en otra habitación del mismo edificio o del otro lado del mundo. Aclarando la conexión de nuestro universo en el dominio cuántico, Targ enuncia: «No es más difícil describir lo que ocurre en las lejanías de la Unión Soviética, que lo que ocurre al otro lado de la calle». 4 Los aprendices pasaban por hasta tres años de enseñanzas antes de ponerlos al frente de misiones secretas.

Los detalles de los proyectos de visión remota del ejército de los Estados Unidos, los cuales han sido puestos a disposición del público solamente hace poco, describen por lo menos dos tipos de sesiones. La primera, llamada visión remota coordinada, involucra las descripciones de los espectadores sobre lo que encontraban en coordinadas geográficas específicas, identificadas por latitud y longitud. La segunda, llamada visión remota extendida, está basada en una serie de técnicas de relajación y meditación.

Aunque los detalles varían según el método, en general, los procedimientos de visión remota comienzan con las personas entrando en un estado apacible de relajación, puesto que en este estado, están más abiertos a recibir impresiones sensoriales de lugares distantes. Durante las sesiones, por lo común hay otra persona como guía, cuyo papel es ayudar al que visualiza pidiéndole que observe detalles específicos. A través de una serie de protocolos que permiten que la persona que visualiza distinga las impresiones que son importantes para la «misión» en particular, es capaz de describir lo que ve con niveles cada vez más intensos de profundidad en los detalles. Las indicaciones del guía parecen separar esta forma de visión remota controlada de los sueños lúcidos, que a menudo ocurren espontáneamente durante el sueño.

Las implicaciones respecto a la confidencialidad fueron enormes y abrieron las puertas a una nueva era de reuniones de servicios secretos con menos riesgos para las personas involucradas; con menos riesgos, es decir, hasta que los programas de visión remota fueron cancelados a mediados de la década de los noventa. Con nombres intrigantes, como Proyecto Stargate, el último fue «oficialmente» terminado en 1995. Aunque el proceso fue considerado por algunos como ciencia «marginal» e incluso fue descartado por completo por escépticos militares, se comprobó un número de sesiones de visión remota exitosas que no podían ser atribuidas a coincidencias. Algunas de ellas incluso salvaron vidas.

Durante la primera Guerra del Golfo en 1991, se les pidió a practicantes de visión remota que buscaran misiles enemigos escondidos en los desiertos del occidente de Irak. 5 El proyecto señaló con éxito lugares de misiles específicos y eliminó otras áreas para que no fueran consideradas. La ventaja de dichas búsquedas psíquicas es obvia. Al limitarse a unos cuantos lugares posibles en donde podrían estar las armas, puede ahorrarse desde tiempo hasta gasolina y dinero. Sin embargo, el mayor beneficio eran las vidas de los soldados. La búsqueda remota de misiles letales reducía el riesgo de los soldados, quienes tradicionalmente habrían tenido que realizar dicha misión desde tierra.

La razón por la cual menciono estos proyectos y técnicas aquí es porque demostraron con éxito dos cosas que son claves en nuestra comprensión de la Matriz Divina. Primero que todo, indican de nuevo que la Matriz existe. Para que una parte de nosotros viaje a lugares distantes y vea los detalles de cosas que son muy reales sin levantarnos de la silla en donde estamos, debe haber algo por donde pueda viajar nuestra percepción. Mi punto clave aquí es que la persona que visualiza tiene acceso a su destino, sin importar en donde esté. Segundo, la propia naturaleza de la energía que hace posible la visión remota, muestra la conexión holográfica que parece ser parte de nuestra identidad. En la presencia de la evidencia de la Matriz Divina, comienzan a desquebrajarse las viejas ideas de quiénes somos y cómo funcionamos en el espacio y el tiempo.

EL LENGUAJE QUE REFLEJA LA REALIDAD

Aunque la ciencia occidental está apenas comenzando a comprender lo que significa nuestra relación con el tiempo y el espacio en el marco del contexto de la conexión, nuestros ancestros indígenas ya estaban muy conscientes de estas relaciones. Cuando el lingüista Benjamin Lee Whorf exploró el lenguaje de los hopis, por ejemplo, descubrió que sus palabras reflejaban directamente su visión del universo. Y su idea de quiénes somos como humanos es muy distinta de lo que pensamos típicamente de nosotros: veían el mundo como una sola entidad con todo en él conectado en la fuente.

En su revolucionario libro Language, Thought, and Reality, Whorf resume la visión de los hopis: «En la visión de los hopis, el tiempo desaparece y el espacio es alterado, ya no existe el espacio sin tiempo homogéneo e instantáneo de nuestra supuesta intuición o de la clásica mecánica newtoniana». 6 En otras palabras, los hopis no piensan respecto al tiempo, al espacio, a la distancia y a la realidad de la forma en que nosotros lo hacemos. En sus ojos, vivimos en un universo en donde todo está vivo, conectado y ocurriendo «ahora».  Y su lenguaje refleja esta perspectiva. Por ejemplo, cuando observamos el océano y vemos una ola, podemos decir: «Mira esa ola». Pero sabemos que en realidad no existe sola: está ahí porque hay otras olas. «Sin la proyección del lenguaje», dice Whorf, «nadie jamás ha visto una sola ola». 7 Lo que vemos es una «superficie con movimientos ondulatorios siempre cambiantes». Sin embargo, en el lenguaje de los hopis el océano está «ondeando» para describir la acción presente del agua. Siendo aún más precisos, de acuerdo con Whorf, «los hopis dicen walalata, que significa «ondulación plural ocurriendo» pudiendo así llamar la atención sobre un lugar en la ondulación justo como lo hacemos nosotros». 8 De esta manera, aunque nos parezca extraño, en realidad son más precisos al describir el mundo.

En la misma línea, el concepto del tiempo como tendemos a pensar en él asume un significado enteramente nuevo en las creencias tradicionales de los hopis. Los estudios de Whorf lo llevaron a descubrir que lo «manifestado comprende todo lo que es o ha sido accesible a los sentidos, el universo físico histórico… sin intentos de distinguir entre el presente y el pasado, pero excluyendo todo lo que llamamos futuro». 9 En otras palabras, los hopis usan las mismas palabras para identificar solamente lo que «está» pasando o lo que ya ha pasado. Según las explicaciones previas de las posibilidades cuánticas, esta visión del tiempo y del lenguaje tiene perfecto sentido. Los hopis están describiendo las posibilidades que han sido escogidas, dejando el futuro abierto.

Desde las implicaciones del lenguaje hopi hasta los ejemplos comprobados de la visión remota, nuestra relación con el espacio y con el tiempo es obviamente más profunda de lo que hemos reconocido tradicionalmente. La esencia de la nueva física sugiere que el espacio y el tiempo no pueden separarse. Si reconsideramos entonces lo que la distancia significa para nosotros en el contexto de la Matriz Divina, es obvio que también debemos reconsiderar nuestra relación con el tiempo. Aquí es donde las posibilidades se vuelven realmente interesantes.

CUANDO ENTONCES ES AHORA

Además de llevar a nuestros hijos a la práctica de fútbol, mientras el resto del equipo sigue en la cancha, y asegurarnos de estar en el aeropuerto antes de la salida de nuestro vuelo, pensamos: en realidad, ¿qué es el tiempo? ¿Son los segundos entre los minutos que componen nuestro día lo que evita que todo ocurra al mismo tiempo, como decía la cita de John Wheeler al comienzo de este capítulo? ¿Existe el tiempo aunque nadie sepa nada de él?

Quizá una pregunta todavía más profunda sería: si las cosas que ocurren en el tiempo están o no están «fijas». ¿Están los eventos del universo ya inscritos en un cronograma que sencillamente se materializa en nuestras vidas? ¿O es el tiempo maleable en cierto modo? Y si lo es, ¿son sus eventos alterables?

Las ideas convencionales sugieren que el tiempo solamente se mueve en una dirección: hacia delante, y lo que ya ha ocurrido, está de hecho grabado en la tela del tiempo y del espacio. Sin embargo, la evidencia experimental indica que nuestras ideas del pasado y del presente pueden no ser claras y ordenadas. No solamente parece que el tiempo se mueve en dos direcciones, como postuló Einstein, además parece que las elecciones de hoy pueden en verdad cambiar lo que ocurrió ayer. En 1983 se diseñó un experimento para comprobar dicha posibilidad. El resultado fue totalmente contrario a lo que nos han llevado a creer respecto al tiempo, y sus implicaciones son asombrosas.

Para esta investigación, el físico John Wheeler propuso usar una variación del famoso experimento de la doble ranura para comprobar los efectos del presente sobre el pasado. A continuación vemos un breve resumen del experimento original descrito en el Capítulo 2.

Una partícula cuántica (un fotón) fue lanzada hacia un objetivo que podía detectar cómo llegaba: si como partícula o como onda de energía. Antes de alcanzar su objetivo, sin embargo, tenía que pasar por una apertura en una barrera. El misterio fue que el fotón de alguna manera «sabía» cuándo la barrera tenía una apertura y cuándo tenía dos.

En la presencia de una sola apertura, la partícula viajaba y llegaba a su destino de la misma manera en que comenzaba su jornada: como una partícula. Sin embargo, en presencia de dos ranuras, aunque comenzaba el experimento como una partícula, se movía como una onda de energía a través de las dos ranuras al tiempo y actuaba como una onda en su destino.

El resultado: se determinó que puesto que los científicos realizando el experimento eran los únicos que conocían las aperturas en la barrera, su conocimiento influía de alguna manera la conducta del fotón.

La variación de Wheeler de este experimento incluía una diferencia clave designada para comprobar sus ideas sobre el pasado y el presente. Él cambió el experimento para que el fotón fuera observado solamente después de haber pasado por la barrera, pero antes de llegar a su destino. En otras palabras, ya estaría en camino hacia el objetivo cuando se tomara la decisión de cómo sería observado.

Designó dos formas muy distintas de saber si el fotón había logrado su objetivo: una usaba un lente para «verlo» como una partícula, mientras que el otro usaba una pantalla que lo percibía como una onda. Esto es importante puesto que los experimentos previos demostraban que los fotones actuaban de la forma en que se esperaba que lo hicieran, dependiendo de cómo eran observados, es decir, eran partículas cuando fueron medidos como partículas y ondas cuando fueron medidos como ondas.

En este experimento, si el observador decidía ver el fotón como una partícula, el lente estaría en su lugar y el fotón viajaría solamente a través de una ranura. Si el observador decidía verlo como una onda, la pantalla permanecería en su lugar y el fotón pasaría a través de las ranuras como una onda. El factor determinante era que la decisión era tomada después de que el experimento estuviera encaminado (el presente), pero determinaría la conducta de la partícula cuando el experimento comenzara (el pasado). Wheeler llamó a esta prueba: el experimento de la opción retrasada.

Basados en este tipo de investigaciones, parece que el tiempo como lo conocemos en nuestro mundo (el nivel de lo físico), no tiene efecto en el dominio cuántico (el nivel de la energía). Si una opción tardía determina lo que ocurre en el pasado, Wheeler propone entonces que él «puede escoger conocer una propiedad después de que el evento haya tomado lugar». 10 Las implicaciones de lo que dice, abren las puertas a una posibilidad poderosa de nuestra relación con el tiempo. Wheeler está sugiriendo que las decisiones que tomemos hoy, de hecho, pueden afectar directamente lo que ha ocurrido en el pasado. Y si ese es el caso, ¡lo cambiaría todo!

Por consiguiente, ¿es cierto que las decisiones que tomamos ahora mismo influyen, o incluso determinan, lo que ya ha ocurrido? Aunque hemos escuchado de parte de los grandes sabios que tenemos el poder de trascender a nuestros sufrimientos más intensos, ¿se extiende esta habilidad hasta la capacidad de volver a escribir los eventos pasados que nos condujeron a dichos sufrimientos? Cuando formulamos una pregunta de este tipo, es difícil no recordar lo complicadas que las cosas se volvieron cuando Marty McFly (interpretado por Michael J. Fox) el protagonista de la película Regreso al futuro, tuvo la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, imagine las posibilidades si podemos aprender de las calamidades de las guerras mundiales del siglo pasado, por ejemplo, o del amargo divorcio por el que acabamos de pasar y tomar decisiones hoy que podrían prevenir que estas cosas ocurrieran. Si podemos, sería el equivalente a un gran borrador cuántico que nos permitiría cambiar el curso de los eventos que nos condujeron a nuestro sufrimiento.

Es precisamente esta pregunta la que llevó a una variación adicional del experimento de la doble ranura. Curiosamente, este se llama el experimento del «borrador cuántico». Aunque su nombre suena complicado, es sencillo de explicar y nada menos que capaz de destruir paradigmas con sus implicaciones, por lo tanto iré directamente al grano.

El punto crucial que demuestra este experimento es que la conducta de las partículas cuando el experimento comienza, parece determinarse por completo según las cosas que ni siquiera ocurren hasta que el experimento termina. 11 Es decir, el presente tiene el poder de cambiar lo que ya ha ocurrido en el pasado. Y este es el efecto del denominado borrador cuántico: las cosas que ocurren después del hecho pueden cambiar («borrar») la forma en que las partículas se conducen en un punto previo en el tiempo.

La cuestión es obvia: ¿aplica este efecto solamente a las partículas cuánticas o también se aplica a nosotros?

A pesar de que estamos compuestos de partículas, quizá nuestra conciencia es el pegamento que nos mantiene aferrados a los eventos (guerras, dolor, divorcios, pobreza y enfermedades) que percibimos como realidad. O quizá algo más está ocurriendo: podría ser que ya cambiamos nuestro pasado mientras aprendemos de nuestros errores, y lo estamos haciendo todo el tiempo. Quizá es tan común que nuestras decisiones repercuten en nuestro pasado, que esto ocurre sin que nos demos cuenta o sin que lo dudemos.

Quizá el mundo que vemos hoy, por muy duro que a veces parezca, es el resultado de lo que ya hemos aprendido siendo reflejado en retrospectiva. Ciertamente, es algo que vale la pena considerar, y en el momento, parece que la ciencia apoya esta posibilidad. Si esto es cierto y nuestro mundo, de hecho, actúa como un circuito cósmico de retroalimentación, mientras las lecciones del presente cambian el pasado, ¡sólo piense en lo que significa! Mínimo, implica que el mundo que vemos hoy es el resultado de lo que ya hemos aprendido. Y sin esas lecciones, las cosas podrían ser mucho peor, ¿es eso posible?

Independientemente de si influimos o no el pasado, es claro que las decisiones que tomamos ahora determinan el presente y el futuro. Y los tres (pasado, presente y futuro) existen en el contexto del contenedor de la Matriz Divina. Tiene todo el sentido del mundo que siendo parte de la Matriz, seamos capaces de comunicarnos con ella de una forma que sea significativa y útil para nuestras vidas. Y de acuerdo con los experimentos científicos, así como con nuestras tradiciones más apreciadas, lo hacemos. El denominador común de las investigaciones en los capítulos previos, toca dos aspectos:

1.      Muestran que somos parte de la Matriz Divina.

2.     Demuestran que la emoción humana (creencias, expectativas y sentimientos) es el lenguaje que reconoce la Matriz Divina.

Curiosamente, aunque quizá sea una coincidencia, estas son precisamente las experiencias que fueron editadas de los textos bíblicos cristianos y han sido desalentadas por la cultura occidental. No obstante, hoy en día, todo esto está cambiando. Los hombres están siendo motivados a honrar sus emociones y las mujeres están explorando nuevas formas de expresar el poder que es una parte tan natural de su existencia. Es claro que las emociones, los sentimientos y las creencias son el lenguaje de la Matriz Divina, y existe una calidad de emoción que nos permite experimentar el campo de energía que conecta el universo de forma poderosa, sanadora y natural.

La pregunta que surge es: «Si estamos hablando con la Matriz Divina, ¿cómo sabemos cuándo nos responde?» Si nuestros sentimientos, emociones, creencias y oraciones están proveyendo el patrón para la materia cuántica del universo, entonces ¿qué están diciéndonos nuestros cuerpos, vidas y relaciones respecto a nuestra parte en la conversación? Para responder esto, debemos reconocer la segunda parte de nuestro diálogo con el universo. Entonces, ¿cómo leemos los mensajes de la Matriz Divina?

 

Tomado del libro La Matriz Divina.

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