Hatha Yoga por Jean Herbert
Demasiado a menudo se olvida que el Hatha-Yoga es ante todo, un yoga. El término yoga, etimológicamente emparentado con la palabra «yugo», que encontramos en -conyuqal- tiene dos acepciones principales, por lo demás estrechamente ligadas. El estado de yoga es aquel en el cual el hombre está -bajo el mismo yuqo- que lo Divino, es decir, ligado a lo Divino, idea que expresa la palabra -re-ligión-; en una ligera variante, expresa el estado en el que «el hombre aparente» está igualmente ligado al «hombre real», es decir, ha recobrado su verdadera naturaleza y vive en conformidad con ella. La técnica del yoga es una disciplina, sea cual fuere, mediante la cual el hombre se esfuerza por llegar al estado de yoga.
Según las concepciones hindúes, toda técnica, proseguida con asiduidad y concentración, puede conducir al nivel superior de conciencia que corresponde al estado de yoga. Se puede hablar así del yoga del arte, del yoga de la ciencia, del yoga de la gramática, del yoga del amor, del yoga de la meditación, etcétera. Pero tomado como tal, cada yoga implica una disciplina rigurosa y precisa.
La parte física del Hatha -yoga se compone esencialmente de dos elementos, las posturas (asanas) y las respiraciones dirigidas (pranayama). Pero la parte mental juega un papel determinante, de la que depende en gran medida el efecto obtenido por las prácticas físicas: muchos occidentales cometen el grave error de no concederle el puesto que le compete. Practicado aisladamente o como elemento preponderante en un yoga individual compuesto, el Hatha-yoqa puede bastar, según los más grandes especialistas hindúes, para conducir al yoguin a los tramos más elevados de la evolución espiritual.
Siempre ha habido en la India, y los hay aun en nuestros días, grandes sabios que no han seguido ninguna otra disciplina. Viven por lo general muy retirados, a menudo en junglas o montañas casi inaccesibles al común de los mortales, y no aceptan sino muy escasos discípulos, aquellos en quienes han discernido la capacidad de someterse a prácticas inverosimilmente arduas, llenas de peligros de toda clase, y en las que seria pura locura lanzarse sin estar seguido y dirigido día a día, si no hora a hora, por un muy gran maestro. Por lo tanto, ese Hatha yoga integral no es para los occidentales; y sus representantes calificados, por lo demás, no han cometido jamás la fatal imprudencia de consignar sus enseñanzas por escrito sino en textos rigurosamente herméticos e inutilizables. Además, ese Hatha yoga integral se practica normalmente -o tal vez siempre- en el cuadro de la religión hindú, es decir, que se propone como meta la unión o la fusión con alguno de los Dioses del Panteón hindú, a menudo Shiva o una de sus Shakti.
Por el contrario, los primeros elementos del Hatha yoga tomados como disciplina accesoria, son utilizados corrientemente en la India no sólo por aquellos que practican otro yoga a titulo principal para alcanzar planos superiores de conciencia, sino también por aquellos que desean simplemente aprovechar sus ventajas fisicas y mentales sin asociarle la preocupación por una evolución religiosa o espiritual, general o particularizada.
Son estos primeros elementos los que occidentales cada vez más numerosos practican hoy día, sea bajo la dirección de profesores más o menos experimentados, sea sobre la base de un libro ilustrado con croquis o fotografias. El provecho que puede procurar una práctica regular de las técnicas más elementales del Hatha yoga es de tal modo desproporcionado al esfuerzo exigido, que este yoga se ha extendido por Occidente como un reguero de pólvora. Las publicaciones que se refieren a él son legión, las -escuelas- que tienen la pretensión de enseñarlo ya no se pueden contar. Muchas de éstas y de aquéllas justifican la mayor desconfianza, y el profano que confía en ellas tiene muchas probabilidades de tener una mala caída. Aun los ejercicios más fáciles y aparentemente más inofensivos no están exentos de peligro. Lo que aún es más grave es que los resultados estimulantes obtenidos en poco tiempo al precio de pocos esfuerzos empujan al principiante a burlarse de los consejos de prudencia y moderación que se le prodigan y a lanzarse rápidamente a técnicas peligrosas que pueden provocar graves desórdenes en los sistemas respiratorio, circulatorio y nervioso.
Durante más de treinta años he tratado de obtener que grandes maestros hindúes del Hatha yoqa describan para los occidentales los ejercicios que éstos podrían hacer con provecho y sin peligro, precisando todas las precauciones necesarias. Ninguno de esos maestros ha tenido la suficiente confianza en los occidentales para acceder a mi petición.
El libro del Sr. Van Lysebeth me parece ser de lo mejor que un occidental ha hecho hasta ahora para colmar esta laguna. Ha tenido la sabiduría de proponerse una meta limitada, la descripción muy detallada de alguna de las posturas principales y el modo de realizarlas, más algo que es de la mayor importancia y que ningún occidental, en mi conocimiento, habia hecho antes que él: una exposición minuciosa de los efectos fisiológicos y de todo tipo que produce la práctica de esas posturas, el provecho que se puede obtener de ellas, los peligros que hay que evitar, las contraindicaciones, etc.
EL ESPÍRITU DEL HATHA YOGA
Cualquiera, ateo o creyente, puede practicar con éxito el Hatha-Yoqa, porque no es una religión y su práctica no exige ni presupone la adhesión a ninguna filosofía particular, a nInguna iglesia o creencia. Se lo puede considerar como una simple disciplina psicosomática única en su género, de una eficacia inigualada.
Por ser el Hatha-Yoqa un conjunto de técnicas es neutro por definición; pero seria un lamentable error no considerar si no este aspecto técnico e ignorar el espíritu en el que los grandes Sabios y Rishis de la India antigua lo han concebido, espíritu que le confiere una indiscutible nobleza. Nadie lo ha definido mejor que Swami Sivananda en las lineas siguientes:
«S¡ se admite que el hombre es, en realidad, un espíritu incorporado a la materia, una unión completa con la Realidad exige la unidad de estos dos aspectos. Hay mucho de verdad en la doctrina que enseña que el hombre debe extraer lo mejor de los dos mundos. No existe ninguna incompatibilidad entre los dos, a condición que la acción sea conforme a las leyes universales de la manifestación, la doctrina que pretende que la felicidad en el más allá no puede ser obtenida sino por la ausencia de goce aquí abajo, o por la búsqueda deliberada del sufrimiento y de la mortificación, debe ser tenida por falsa, la felicidad aquí abajo y la bendición de la Liberación, tanto sobre la tierra como en el más allá, pueden ser alcanzadas haciendo de cada acto humano y de cada función un acto de adoración.
Así el sadhak (el adepto) no obra con un sentimiento de separación. Considera que su vida y el juego de todas sus actividades no es una cosa aparte, que deba conservar y perseguir egoístamente para su propia causa, como si el goce pudiera extraerse de la vida por su propia fuerza, sin ayuda.
Por el contrario, la vida y todas sus actividades deben ser concebidas como una parte de la acción sublime de la Naturaleza. Percibe que en el ritmo de las pulsaciones de su corazón, se expresa el canto de la Vida Universal. Descuidar o ignorar las necesidades del cuerpo, tenerlo por una cosa no divina, es descuidar y negar la Vida más qrande, de la cual forma parte, es falsificar la doctrina de la Unidad y de la identidad última de la materia y del Espiritu. Gobernados por tales conceptos, aun las más humildes necesidades físicas adquieren una significación cósmica.
El cuerpo es la Naturaleza, sus necesidades son las de la Naturaleza, cuando el hombre se regocija, es la shakti la que goza a través de él. En todo lo que ve y hace es la Naturaleza nuestra madre, la que obra y mira; el cuerpo entero y todas sus funciones son manifestación suya. Realizarla plenamente consiste en hacer perfecta esta manifestación que es él mismo.
El hombre que busca dominarse, debe hacerlo en todos los planos – físico, mental y espiritual- porque todos están en relación, no siendo sino aspectos diferentes de la misma Conciencia Universal que lo impregna.
¿Ouién tiene razón? ¿el que descuida y mortifica su cuerpo para obtener una pretendida superioridad espiritual, o el que cultiva los dos aspectos de su personalidad como formas diferentes del espíritu que la habita? Por las técnicas del Hatha Yoqa, el adepto busca adquirir un cuerpo perfecto, que llega a ser el instrumento adecuado para el funcionamiento armonioso de la actividad mental.
El Hatha Yogui desea adquirir un cuerpo sólido como el acero, sano, exento de sufrimientos y capaz de vivir largo tiempo. Dueño de su cuerpo, quiere vencer a la muerte. En su cuerpo perfecto goza de la vitalidad de la juventud. Más aún, quiere someter a la muerte a su voluntad, y habiendo cumplido su destino terrestre, con un gran gesto de disolución abandona este mundo a la hora escogida.»
Practicar el Hatha-Yoga no significa de ningún modo aceptar esta doctrina, pero además de que esta doctrina revela el estado de espíritu de los verdaderos Hatha Yoquis, disipa también ciertos prejuicios extendidos por Occidente, especialmente el de considerar los asanas como una acrobacia insensata, inútil, incluso peligrosa, o creer que los yoguis adoptan ciertas posiciones que parecen dolorosas con intención de mortificación, lo serían tal vez para un no-iniciado, pero para el adepto entrenado jamás son causa de sufrimiento: ¡al contrario!
Del libro «Aprendo Yoga» de Andre Van Lysebeth
Edición: Romina Medina
Fuente: http://yogaconciencia.blogspot.com.ar/2014/09/que-es-yoga-por-andre-van-lyzebeth-y.html de Patricia Aballay.
Dejanos tu comentario sobre el artículo ¿Qué es Yoga?