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Artículo Apertura

Abajo se encuentran las primeras partes…

Cuando nos reunimos para explorar la Verdad, una parte importante del satsang es la apertura del corazón. Algunas personas tienen más facilidad para abrir la mente, otras abren el corazón con más facilidad, pero para estar aquí tenemos que abrir ambos. Cuando estás abierto no filtras tu experiencia, no construyes barreras. No intentas defenderte, sino que te abres al misterio y te cuestionas lo que crees.

Cuando te des la increíble oportunidad de dejar de buscarte en ningún concepto o sentimiento, la apertura se expandirá y tu identidad se convertirá, cada vez más, en apertura. Esto contrasta con cualquier lugar de referencia de la mente llamado creencia o con cualquier sensación específica del cuerpo. No se trata de deshacerse de los pensamientos ni de los sentimientos, sino de situarse fuera de ellos.

La apertura no ocupa ningún sitio concreto. Está por todas partes. Todo cabe en su interior. Puede contener pensamientos. O sensaciones. Quizá contenga sonidos. Tal vez contenga silencio. Pero nada es una molestia ante la apertura.

A tu verdadera naturaleza no le molesta nada. Nos molestamos cuando nos cerramos para identificarnos con un punto de vista concreto, con una idea de lo que somos o de lo que creemos ser; entonces vamos en contra de lo que está pasando. Pero cuando somos nuestra verdadera naturaleza, que es apertura, descubrimos que nunca vamos en contra de nada. Todo lo que está pasando en la apertura es perfecto, así que podemos responder a la vida de manera sabia y  espontánea.

El satsang tiene que ver con el acto de recordar. Es como si hubieses olvidado que eres esta apertura y te creyeras que eres otra cosa. Los seres humanos han elaborado un sinfín de mitologías sobre este olvido, aunque el cómo de este olvido realmente no importa. El satsang no tiene como objetivo cambiarte ni modificarte, sino recordarte lo que eres. La Verdad tiene que ver con el mero  hecho de recordar, reconocer o comprender tu verdadera naturaleza.

¿Has olvidado alguna vez algo que hubieras tenido en la mente un momento antes? Aunque la mente se esfuerce por recordarlo, lo más probable es que eso sólo lo dificulte aún más. ¿Qué podrías hacer? Relajarte un poco. Olvidar lo que quieres recordar y relajarte. «¡Vaya, sí, eso es!» La respuesta surgirá de la nada.

Con la realización pasa lo mismo: se produce en este preciso instante, cuando nos relajamos en el no saber.

Puedes sentir la apertura ahora mismo. No tienes que abrirte, y tampoco tienes que expandir tu apertura. Limítate a reconocer la apertura tal y como es, aquí y ahora. Conócela por dentro, por fuera, por todas partes. Limítate a sentir la experiencia de la apertura. Deshazte de la palabra «apertura». Cuando desaparezca, la experiencia se hará más profunda y, progresivamente, más  indescriptible. Limítate a ser desde ese lugar indescriptible. Las palabras dejarán de agobiarte y tu experiencia se expandirá más allá de la limitación de esas palabras. Pero en cuanto impongas la palabra «apertura», tu experiencia adquirirá un sabor determinado, que no será del todo exacto. Aunque sea muy parecido, no será igual que antes del concepto.

Esta relajación puede hacernos profundizar. Tal vez parezca una caída libre a lo desconocido de la mente, que en general conceptualiza la profundización y limita así la experiencia, pero en realidad se trata de un conocimiento más profundo de la experiencia del ser. En esa experiencia más profunda, el ser limitado que creías ser comienza a darse cuenta de que es esta otra apertura.

Verás que los demás también son esta apertura. Cuando te liberas, no se libera sólo tu yo: se libera el Ser. Recuerdas el Ser de todo el mundo, pues es el mismo. Cuando entiendes esto, la interacción humana se transforma por completo.

Mente abierta, corazón abierto. Toma conciencia de que no tienes que proteger a nadie. No tienes que levantar barreras emocionales y tampoco necesitas la sensación de separación y aislamiento que te proporcionan esas barreras. Tu necesidad de protección se debía a un malentendido muy inocente. Este malentendido se originó en tu primera infancia, pues cuando recibiste tu imagen personal, también obtuviste un kit para levantar muros que pudiesen proteger esa imagen. Aprendiste a ir añadiendo cosas al kit según las circunstancias. Si una buena dosis de rabia te parecía útil, la añadías al kit; o le añadías resentimiento, vergüenza, condena o victimismo. Independientemente de que la imagen a la que te aferres sea la de una buena persona o no, el kit de identidad te sirve para proteger esa imagen.

Es muy inocente. No te das cuenta de lo que está pasando. Y seguirá sucediendo hasta que comprendas que la imagen de tu «yo», tanto en la mente como en el cuerpo, va asociada a la necesidad de protección. No puedes tener la una sin la otra. Van en el mismo paquete.

Cuando dejas de protegerte, la verdad sale a la superficie y acaba con tu imagen personal. Esto explica que la imagen vaya asociada a un muro, pues, si no fuera por él, el recuerdo de tu verdadera naturaleza afloraría enseguida y acabaría con la imagen, fuese buena o mala. No existe ninguna imagen sin muros y todas las imágenes conllevan sufrimiento. Pero no te limitas a levantar muros a tu alrededor, también proyectas muros en los demás, y las imágenes que elaboras sobre ellos te impiden ver su verdadera naturaleza.

Si estás preparado para ver que las imágenes no son reales, los muros acabarán cayéndose. Cuando el muro intelectual se abre, tu mente se abre. Cuando el muro emocional se abre, tu corazón se abre. Cuando la comprensión de la Verdad desplaza al yo limitado, de repente dejas de tener imágenes personales y percibes, únicamente, una presencia total. ¡Presencia total! Esta apertura está presente y no contiene ninguna imagen. No tienes que protegerla. Podríamos pegarle un grito, pero el sonido se perdería por el espacio. No importa. Podríamos amarla, lo cual sería agradable, pero no le añadiría ni le restaría nada.

Lo más divertido de la Verdad (iluminación o despertar) es que, aunque no está escondida, no la vemos. Está cerca, esperando el momento oportuno en el que la merezcamos. Nos cuesta encontrarla porque ya está ahí. Esta apertura siempre ha estado ahí. Si tuviera voz, habría estado diciendo algo así: «¡Por el amor de Dios, me pregunto cuánto tiempo va a durar todo este asunto de tu imagen!».

Este Ser sin imagen, llámese iluminación, conciencia o apertura (cualquier cosa que te ayude a recordarlo), es muy silencioso. Pero no me creas. Asimila las palabras. Descúbrelo por ti mismo. Tú eres la autoridad. Yo sólo soy el mensajero.

Cuando asimiles que eres apertura, tu cuerpo físico irá entendiendo que no necesita proteger nada. Entonces podrá abrirse. A nivel emocional sentirás algo en tus músculos y en tus huesos. Después, las funciones más profundas del cuerpo empezarán a desplegarse y se convertirán en la expresión de la apertura en tu cuerpo físico. Será una expresión de verdad, no una protección del yo. Tu cuerpo se convertirá en una extensión de la apertura. El movimiento de tu pie, o de tu mano, se convertirá en una expresión de apertura; percibirás el contacto con un objeto como una extensión de la apertura. Sentirás una fascinación casi infantil hacia el movimiento, hacia tus sentidos y hacia lo que está presente en el mundo. La diferencia con el niño reside en que cuando el despertar espiritual madura y se hace más profundo, tú obtienes algo que el niño no posee: sabiduría. Con el tiempo, el niño se identifica con los objetos de su atención y con los mensajes que los demás le dan sobre él. Cuando el cuerpo-mente maduro comienza a ser una extensión de la apertura, de su verdadera naturaleza, redescubre la inocencia, con la diferencia de que ahora posee una profunda sabiduría que le permite quedarse fascinado sin aferrarse a nada y sin quitarse nada, pues no es necesario. El movimiento y la fascinación, por tanto, no son infantiles. Son como los de un niño, aunque absolutamente sabios. Esta apertura contiene la sabiduría más profunda. Por fin podrás fascinarte sin perderte en ninguna identidad y sin sentir amenaza alguna.

El mundo del niño gira en torno al cuerpo. Así es como debería ser, así tiene que ser. Pero el sabio inocente no hace nada por mantener el cuerpo. Lo mantiene, pero no le mueve el miedo a no hacerlo. Por eso, al volver a recordar, al regresar al hogar más profundo de tu Ser, encontrarás la libertad de estar aquí, viviendo esta vida sin temor.

Otro aspecto de la apertura es la intimidad. El acceso más rápido a la Verdad, y también a la belleza, se produce cuando intimas plenamente con la experiencia completa, la interior y la exterior, aunque ésta no sea «buena».

Cuando intimas con la totalidad de la experiencia, la mente dividida se ve obligada a deshacerse de todo lo que esté proyectando en ese momento. En esta intimidad nos abrimos enormemente y descubrimos una gran vastedad. En cuanto intimas con la experiencia completa accedes a la apertura, independientemente de que la experiencia tenga una cualidad bella o desagradable.

Cuando intimas con la experiencia total del momento, la conciencia no se limita a lo que sucede en tu cuerpo emocional, en tu cuerpo físico, en tus percepciones o en tus pensamientos. Tendrás una única gran percepción, sensación o pensamiento, y todo tenderá a desaparecer. Cuando el Todo se  percibe a sí mismo, no se parece nada a la experiencia. Como decía el maestro zen Bankei, cuando conseguimos llegar a ese tipo de relajación «todo se gestiona a la perfección en lo No Nacido». El usaba el término No Nacido para referirse a lo que yo llamo Verdad. Cuando el Todo se percibe a sí mismo, da la impresión de que lo No Nacido se autogestiona totalmente. Jamás se aferra a  experiencia alguna. Y cuando te liberes de tu proyecto o de tu planificación, verás que lo No Nacido lo gestiona todo a la perfección.

A veces te das cuenta de que tienes algún proyecto en mente. Estás intentando librarte de algo, o entender algo, y tu mente está dándole vueltas. Considera la posibilidad de darte un descanso y dejar de pensar durante un rato. Einstein lo hacía. Pensaba en un problema y, más tarde, dejaba de pensar en él, pues consideraba que había llegado al límite, que había agotado el proceso del  pensamiento racional. Pero eso tiene truco. Cuando descubrimos que el proceso de pensamiento racional nos ha dejado en un extremo, en vez de detenernos ahí, la mayoría de nosotros damos un giro de noventa grados, a derecha o izquierda, y seguimos moviéndonos por ese extremo, pensando en horizontal, acumulando más hechos, experiencias y recuerdos. Es una pérdida de tiempo.

El único uso potente del pensamiento consiste en detener el proceso racional cuando llega al límite. Esto permite que otra cosa proporcione lo necesario, como cuando Einstein se detenía en el límite del proceso mental y, después, se daba la oportunidad de recibir sus frutos. Lo No Nacido gestiona todo a la perfección por la sencilla razón de que intima con la experiencia.

El acceso más rápido a esta apertura de tu verdadera naturaleza no depende tanto del pensamiento como de los cinco sentidos. Si escuchas la totalidad del momento y no te limitas a los sonidos disponibles para tus oídos, por ejemplo, si sientes la totalidad del momento, te abrirás más allá del espacio limitado del yo. Tendrás una determinada sensación en el cuerpo y simplemente la sentirás: se expandirá. Sentirás la quietud absoluta. Sentirás los pájaros. Percibirás qué se siente al escuchar un sonido.

Los cinco sentidos te ofrecen un acceso inmediato a aquello que no ha sido creado por la mente, a lo que está más allá de la realidad mental. Cuando permitas que tus cinco sentidos comiencen a abrirse te llevarás una sorpresa. Te darás cuenta de que el noventa y nueve por ciento de tu problema residía en que todo estaba limitado, concentrado en una sola dirección, y cuando te abras  al Todo verás todas las cosas con claridad. En cuanto empieces a sufrir, verás que tus cinco sentidos habrán dejado de centrarse en el Todo para enfocarse en una sola cosa, la que esté causándote el sufrimiento.

Empezarás a ver que el sufrimiento surge, en gran medida, porque esta concentración en un punto estrecho de la experiencia dificulta enormemente la autogestión del No Nacido. Pero en cuanto la concentración se expande, lo No Nacido se autogestiona y, aunque parezca lo contrario, todo estará bien.

Entonces podrás ir más allá de las limitaciones de los puntos de vista y verás que no eres tú el que percibe todas estas experiencias, sino que se trata del Todo percibiéndose a sí mismo.

Parte 1

Mi despertar

Parte 2

Satsang

 

Tomado del libro La Danza del Vacío – Parte 3.

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